POLICROMATICO
LLAMADO
En
el ombligo de un insondable barranco, ornamentado por el combate de un par de
árboles espadachines, pende un quebradizo viaducto, manufacturado con anémicas
cuerdas trinitarias y temblorosos tablones rectangulares. Allí, de pie, acecha
Luis, un hombre de contextura media, tímido, inseguro en el amor, soñador
empedernido, con manos talladas y piel caucásica, divisando la inmensidad de las
coloridas cataratas, que lo separan de la metrópoli donde habita el ser que ama.
(¿Dónde estás mi amor? ¿te encontraré así sea lo último que haga en mi vida)
desde esa privilegiada posición, Luis fantasea, con enganchar un taumatúrgico
columpio, forjado con un par de cordeles de oro, suspendido de los cachos lunares,
para revolotear sobre la masa acuosa y divisar desde la inmensidad de la zarca
atmosfera, cada calle de la urbe para hallar a su escurridizo amor.
Luis,
entona su balada favorita, ♫…♪… ♫…♪… yo te encontraré♫…♪… ♫…♪… no habrá sitio en
el mundo, ♫…♪… ♫…♪…donde te escondan te
hallaré♫…♪… ♫…♪…yo te encontraré, porque
eres mi destino♫…♪… ♫…♪…aunque seas la aguja
en el pajar♫…♪… ♫…♪…yo te encontraré… (canción te
encontraré autor Edgar Ricardo Arjona Morales),
mientras encausa sus entristecidos y acaramelados ocelos, hacia la cúspide del principesco
géiser, que esconde a sus espaldas el descolorido ocaso del jerarca diurno. La
imponente apófisis rocosa, adorna majestuosamente la iluminada metrópoli, donde
hallará, a como dé lugar su postrero flechazo de cupido.
Cuando
la penumbra se apoderó del sublime ecosistema, Luis, ensanchó sus indemnes
bronquios y prosiguió su enamoradizo rastreo. Al tocar con las plantillas de sus
incomodos coturnos, el pavimento de la incomprensible ciudad, Luis, exhaló con
abismal alegría una avalancha de apasionados vocablos, que se percibieron
con claridad en cada arista de la localidad. Después de incontables rotaciones
de las manecillas del cronógrafo, sin haber obtenido éxito alguno, Luis,
exhausto cayó de rodillas en medio de una desértica ágora, mirando con
desasosiego el frontispicio de una liliputiense ermita, de la que afloraba una pegajosa
melodía que inundó sus conductos auditivos ♫…♪… ♫…♪… Cuánto he esperado este momento ♫…♪… ♫…♪… cuánto he esperado que estuvieras así, ♫…♪… ♫…♪… cuánto he esperado que me hablaras, ♫…♪… ♫…♪… cuánto he esperado que vinieras a
mí… ♫…♪… ♫…♪… yo sé bien lo que has vivido♫…♪… ♫…♪… sé también, por qué has
llorado♫…♪…♫…♪…yo sé bien lo que has
sufrido ♫…♪… ♫…♪… pues de tu lado no me he ido (canción: nadie te
ama como yo. Autor: Martin Valverde) generando un océano de cristalinas
podagras que rodaban por sus pómulos hasta caer en su sudorosa camisa albina.
Al concluir la
electrizante tonada, Luis, se dirigió con lento andar, a conocer el génesis de
tan cautivante melodía. Estando en el recuadro de acceso, sus ojos se
enceguecieron por una paralizante luminosidad, que invadió su humanidad por
algunos instantes. Luego sus distraídos pabellones auditivos se colmaron con
sublimes palabras. Voz: bienvenido a mi
casa, te estaba esperando, EL: ¿Quién eres? y ¿por qué me estas esperando? Voz:
Yo soy el que soy, y te he llamado muchas veces, El: ¿Me has llamado muchas
veces? ¿Cómo lo iba a saber si no te conozco? Voz: tu no me conoces, es cierto,
pero yo te conozco desde antes que tus padres te engendraran, y te necesito,
El: ¿me necesitas? ¿para qué me necesitas si soy un perdedor? Voz: Tú, no eres
un perdedor, es más, yo te elegí para que trabajes para mí, El: ¿trabajar para
ti? ¿Cómo sería eso? Voz: por eso te traje hasta este lugar con hilos de amor,
tú estás en busca del verdadero amor, y yo soy tu verdadero amor, El: ¡no puede
ser!, ¡no puede ser! ¿quién es usted? Voz: Yo, Soy el que Soy, ósea, en
palabras humanas, Yo soy Dios y te necesito aquí, El: si usted es Dios, ¿cómo
lo puedo confirmar? Voz: Tu no necesitas confirmar nada, yo te traje aquí y si
abres tu corazón lo entenderás, El: ¿abrir mi corazón? Ya lo he abierto muchas
veces y siempre salgo perdiendo, no quiero más de eso, Voz: todo lo que has
dicho es cierto, porque le has entregado tu corazón a la persona equivocada, en
cambio yo, siempre te he amado, siempre te amaré y nunca te abandonaré, El:
¿Qué tengo que hacer?
Han pasado ya varios
quinquenios, y Luis, sometió su corazón a la persona del Yo Soy,
metamorfoseándose en un apasionado emisario de su mensaje.
Jaime Eduardo
Aristizábal Álvarez
Sígueme en Facebook: @jaimegranescritor