domingo, 15 de agosto de 2021


GÉLIDA COINCIDENCIA

Mientras sus enclenques extremidades agotaban la totalidad de su vigor, surcando los disparejos senderos glaciares, deambulando a la caza de donde aquietarse y deshacerse del fantasma de la hipotermia, (estoy perdido en este mar de inclementes y silenciosos senderos, ¿a dónde llegaré? Dios ayúdame) en una noche repleta de ausencias en la inmensidad del éter; sus congeladas pupilas atisban en la lejanía, el sobrenatural espejismo de un coniforme bohío, (¡¡¡No lo puedo creer!!! ¿será cierto lo que están viendo mis ojos?) sitiado por pantagruélicos arboles congelados, generando ante sus ojos una sensación apocalíptica.

Este hallazgo reboza de gozo su maltrecho corazón, reanimándole a continuar bombeando hasta concluir la travesía. Luego de un centenar de zancadas, estuvo frente a la compuerta entreabierta del conoide aposento, (¿habrá alguien adentro? ¿Quién vivirá en tan solitario paraje?) que permitía la salida un caluroso fulgor, acompañado de una angelical tonada que traspaso su solitaria ánima. (¡¡¡Uff!!! por fin un lugar donde recuperar mi temperatura corporal) él, cayó de rodillas para agradecerle al dueño de la vida por tan oportuno encuentro.

Luego de una entusiasta, aunque concisa plegaria, sus cuerdas vocales vibraron dejando brotar un temeroso: buenas noches, ¿hay alguien ahí? En su primer llamado, no recibió respuesta alguna. El inesperado silencio, intrigó al desesperado visitante, quien dejó que su necesidad de calor, hablase por él. Estando a unos pocos pasos de la batiente portezuela, reiteró su invocación: ¡Hola! ¿hay alguien en casa? Pasaron los más interminables segundos, y se escuchó un susurro pronunciado por una melódica dicción femenina que decía: entra, bien llegado.

Aquella insólita y congelada alborada, fue el génesis de la más sólida concomitancia, entre ese par de ermitañas almas, convirtiéndose en obligado lugar de peregrinación, de los individuos que permanecen en constantes pesquisas internas, en post de su felicidad.

 Jaime Eduardo Aristizábal Álvarez 


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viernes, 13 de agosto de 2021



INCONCLUSA SINFONIA BERBELLON

Durante el alocado y ensangrentado crepúsculo, del postrero dominical, en el séptimo mes del año; un cardumen de talentosos seres alados, interpretan su estentórea sinfonía vespertina, sostenidos en el pentagrama del encuerdado electico. Mientras tanto, El, dejándose seducir por la excelsa tonada natural, se inspira y anexa una constelación de desafinados compases, que hace brotar de su deteriorado requinto. Ella, ensimismada por la magnificencia de la ocasión, danza en la techumbre de la furgoneta, haciendo volar los pliegues de su diminuta pollera, por los predios de Eolo.

Con cada giro de las saetas del cronógrafo, la salvaje escolanía disminuye gradualmente el volumen del recital, hasta un segundo antes de la completa penumbra. En ese momento el par de seres mortales, aún extasiados por el esplendoroso concierto, desmontan de la cubierta del vehículo, intentando deshacerse de las estorbosas vestimentas, para así, amalgamar la totalidad de sus complexiones, en un ardiente enredo que perdurase hasta la aurora.

Esta dupla de trotamundos, está recolectando en los más recónditos rincones del mundo, la mayor cantidad de acordes naturales, mientras empalman libidinosamente sus bronceados cuerpos, durante los afelpados atardeceres.

                                                                                     Jaime Eduardo Aristizábal Álvarez


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jueves, 12 de agosto de 2021

 

POLICROMATICO LLAMADO

En el ombligo de un insondable barranco, ornamentado por el combate de un par de árboles espadachines, pende un quebradizo viaducto, manufacturado con anémicas cuerdas trinitarias y temblorosos tablones rectangulares. Allí, de pie, acecha Luis, un hombre de contextura media, tímido, inseguro en el amor, soñador empedernido, con manos talladas y piel caucásica, divisando la inmensidad de las coloridas cataratas, que lo separan de la metrópoli donde habita el ser que ama. (¿Dónde estás mi amor? ¿te encontraré así sea lo último que haga en mi vida) desde esa privilegiada posición, Luis fantasea, con enganchar un taumatúrgico columpio, forjado con un par de cordeles de oro, suspendido de los cachos lunares, para revolotear sobre la masa acuosa y divisar desde la inmensidad de la zarca atmosfera, cada calle de la urbe para hallar a su escurridizo amor.

Luis, entona su balada favorita, yo te encontraré no habrá sitio en el mundo, donde te escondan te hallaréyo te encontraré, porque eres mi destinoaunque seas la aguja en el pajaryo te encontraré… (canción te encontraré autor Edgar Ricardo Arjona Morales), mientras encausa sus entristecidos y acaramelados ocelos, hacia la cúspide del principesco géiser, que esconde a sus espaldas el descolorido ocaso del jerarca diurno. La imponente apófisis rocosa, adorna majestuosamente la iluminada metrópoli, donde hallará, a como dé lugar su postrero flechazo de cupido.  

Cuando la penumbra se apoderó del sublime ecosistema, Luis, ensanchó sus indemnes bronquios y prosiguió su enamoradizo rastreo. Al tocar con las plantillas de sus incomodos coturnos, el pavimento de la incomprensible ciudad, Luis, exhaló con abismal alegría una avalancha   de apasionados vocablos, que se percibieron con claridad en cada arista de la localidad. Después de incontables rotaciones de las manecillas del cronógrafo, sin haber obtenido éxito alguno, Luis, exhausto cayó de rodillas en medio de una desértica ágora, mirando con desasosiego el frontispicio de una liliputiense ermita, de la que afloraba una pegajosa melodía que inundó sus conductos auditivos Cuánto he esperado este momento cuánto he esperado que estuvieras así,  cuánto he esperado que me hablaras,  cuánto he esperado que vinieras a mí… … yo sé bien lo que has vividosé también, por qué has lloradoyo sé bien lo que has sufrido pues de tu lado no me he ido (canción: nadie te ama como yo. Autor: Martin Valverde) generando un océano de cristalinas podagras que rodaban por sus pómulos hasta caer en su sudorosa camisa albina.

Al concluir la electrizante tonada, Luis, se dirigió con lento andar, a conocer el génesis de tan cautivante melodía. Estando en el recuadro de acceso, sus ojos se enceguecieron por una paralizante luminosidad, que invadió su humanidad por algunos instantes. Luego sus distraídos pabellones auditivos se colmaron con sublimes palabras. Voz:  bienvenido a mi casa, te estaba esperando, EL: ¿Quién eres? y ¿por qué me estas esperando? Voz: Yo soy el que soy, y te he llamado muchas veces, El: ¿Me has llamado muchas veces? ¿Cómo lo iba a saber si no te conozco? Voz: tu no me conoces, es cierto, pero yo te conozco desde antes que tus padres te engendraran, y te necesito, El: ¿me necesitas? ¿para qué me necesitas si soy un perdedor? Voz: Tú, no eres un perdedor, es más, yo te elegí para que trabajes para mí, El: ¿trabajar para ti? ¿Cómo sería eso? Voz: por eso te traje hasta este lugar con hilos de amor, tú estás en busca del verdadero amor, y yo soy tu verdadero amor, El: ¡no puede ser!, ¡no puede ser! ¿quién es usted? Voz: Yo, Soy el que Soy, ósea, en palabras humanas, Yo soy Dios y te necesito aquí, El: si usted es Dios, ¿cómo lo puedo confirmar? Voz: Tu no necesitas confirmar nada, yo te traje aquí y si abres tu corazón lo entenderás, El: ¿abrir mi corazón? Ya lo he abierto muchas veces y siempre salgo perdiendo, no quiero más de eso, Voz: todo lo que has dicho es cierto, porque le has entregado tu corazón a la persona equivocada, en cambio yo, siempre te he amado, siempre te amaré y nunca te abandonaré, El: ¿Qué tengo que hacer?

Han pasado ya varios quinquenios, y Luis, sometió su corazón a la persona del Yo Soy, metamorfoseándose en un apasionado emisario de su mensaje.

Jaime Eduardo Aristizábal Álvarez


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RUBICUNDO RESURGIR

En una solitaria y paradisiaca ribera, de caucásicas y melodiosas arenillas, en el borde más septentrional de mi patria; se agiganta con unigénita magnificencia una airosa datilera; que disgrega con esplendor sus suculentas bifurcaciones, procurando calafatear el aristocrático ocaso azafranado. Al divisar este alucinante paisaje, mis vellosidades se encrespan vertiginosamente, generando en mí un deleitoso efecto jubiloso.

Con el pasar de los minutos, deleito mis alocados ocelos, mientras galopo exquisitamente cual jinete, encaramado en mi caprichosa hamaca albina, atisbando como las placidas aguas del aturquesado ponto, reflejan el coqueto paisaje engendrando una sanguínea panorámica, digna de ser disfrutada en una eterna concomitancia.

Segundos antes de la atestada penumbra, inmigró ella, dispuesta a compartir conmigo sus más concupiscentes caprichos. Esa inolvidable noche, fue nuestra más ferviente faena amorosa, postrados en aquella memorable tumbona.

Jaime Eduardo Aristizábal Álvarez 


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miércoles, 11 de agosto de 2021

 


CAPRICHO LUNAR CONSUMADO

Aquel ruborizado y friolento crepúsculo, posados en una ermitaña y desajustada banqueta de tosca madera, estratégicamente ubicada a la sombra de un retorcido árbol, con extraña forma de dragón oriental; ambos se juraban más que lealtad, apelmasando sus cuerpos e intercambiando caricias, mientras permitían que sus pabellones auditivos recibieran en un celestial susurro Yo no te pido la Luna, tan solo quiero amarte quiero ser esa locura  que vibra muy dentro de ti, naa … (canción Yo no te pido la luna, Daniela Romo)

Una novena de escandalosas aves migratorias, interrumpió el deífico cantico, irrumpiendo en los románticos dominios de Eolo, enmarcando con pundonor el paulatino paseo del rechoncho satélite noctambulo. Ella: Mi amor, mira que hermosa esta la luna hoy, EL: tú eres más bella, de eso puedes estar segura, Ella: mi belleza se agigantaría si la pudiera tener, aunque fuera un instante en mi regazo, El: tu escultural figura acaricia con esmero mis pupilas, porque eres lo más estético que ha alumbrado la humanidad entera, Ella: Eso lo dices porque me miras con los ojos del amor, El: yo haría cualquier cosa por verte feliz mi princesa, Ella: bájame la luna entonces, El: tus deseos son órdenes para este humilde conserje.

Pasadas varias hebdómadas, sin que él pudiese cumplir los deseos de su prometida; entristecido y de rodillas, clamó con inusual desesperanza a su creador, por un empujoncito para poder cumplir el exótico deseo. El supremo hacedor, al verlo tan acongojado, permitió que esa alocada petición fuese una realidad. El ángelus del quince de octubre del 2020, fue para ese par, el génesis de un imperturbable, próspero e idílico nexo.

Jaime Eduardo Aristizábal Álvarez 


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martes, 3 de agosto de 2021

 



GALANTEO AGRESTE

Desde las entrañas de la oscura, húmeda y multicolor broza, emerge erecto un jovial y corpulento árbol, en el ombligo de una ignota arboleda; deseando conquistar con sus multiformes y debiluchos plexos el ceniciento empíreo. Al colisionar vertiginosamente con las testarudas y acaloradas centellas del hercúleo galán del elíseo; ipso facto, se desmantela la inmisericorde lobreguez, engendrando un fantasmagórico ambiente.

Aquella desdeñosa alba, estafermo quedé, al percibir en la universalidad de mi epidermis, una hiperestésica ventolina que cabalgaba por el electrizante hábitat, engalanando con embriagante guapura, la desbordante y cadenciosa silueta de una inverosímil hembra, que con la exquisitez de su garbear, a cada paso desvalijaba mi corazón.

Cada vez, que mis inocentes y silenciosas pisadas cacarean en ese fúnebre paraje, sobrecargo mis energías; y mis células cardiacas aceleran su palpitar, rememorando esos indelebles instantes, en los que mis rugosas manos lisonjeaban con impericia la magnificencia de sus fervientes curvaturas, sobre la humedecida y multicolor farfolla.

                                                                          Jaime Eduardo Aristizábal Álvarez 



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lunes, 2 de agosto de 2021

 



VITALICIA ESPERA

En aquella fascinante primavera, contemplando la placida oscilación de los lerdos fluidos en una paradisiaca marisma citadina, rodeada de guayacanes áureos, gimoteaba rememorando su inmarcesible amor; quien se ausentó sin decir adiós, una calurosa mañana de agosto, después de una abrasadora y extenuante noche de lujuria.

Luego de algunas mensualidades, perdió el juicio por la melancolía de su desamparo. (¿Dónde estás, amada mía, ¿Dónde estás?, te he anhelado con desespero, un insufrible cúmulo de extenuantes días, con sus interminables noches, mi vida tendrá sentido sólo si tu estas a mi lado. Aquí estoy esperándote en tu lugar favorito, te espero impaciente, para que revivíamos nuestras mejores veladas.) deseando poder recorrer nuevamente la peligrosa y excitante geografía de tu corporeidad.

Cada ángelus, después de soportar su aburridora jornada laboral, se le ve amilanado y postrado en un ermitaño banco de madera, en la ribera de la aquietada albufera; arrojando ansias de verla de nuevo, en forma de piedritas, que al hundirse configuran orbiculares bucles en el cristalino espejo acuoso.

 

Jaime Eduardo Aristizábal Álvarez 


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    Monumentos R.A.B. en Medellín En aquel caluroso crepúsculo del último viernes de mayo, cuando Juanito les contó sobre sus tareas de fi...