sábado, 31 de julio de 2021

 


REMINISCENCIAS VESPERTINAS

Ensimismado estoy, dejando revolotear mis cáusticos pensamientos en la profundidad de mi Psiquis. Mis inocentes ocelos caramelo permanecen firmes, observando el seductor espectáculo de un paradisiaco ocaso azafranado; junto a mi esta ella, una cautivadora vasija, atiborrada de un amargo y aromático fluido azabache que revitaliza mi apesadumbrada humanidad. De pronto, mi membrana timpánica recibe una cadenciosa resonancia, Sí, sabes que ya llevo un rato mirándote…tengo que bailar contigo hoy… vi que tu mirada ya estaba llamándome (canción Despacito Erika Ender y Luis fonsi) que hace erizar la integridad de mis vellosidades corporales. (¿De dónde vendrán esas notas? que me recuerdan tanto a ella, ¿me estaré enloqueciendo?) Calafatee mis párpados para disfrutar la absorbente musicalidad, e ipso facto cesó, comenzando un aturdidor silencio. Volví a destapar mis pupilas, divisé la humeante vasija, y mis tembleques manos intentaron asirla, sin lograr su objetivo, haciéndola surcar las parcelas de Eolo, hasta reventarse en el polvoriento suelo.

Los minutos pasaban dejando un multicolor rastro. El decreciente astro, continuaba su elegante cabalgar en descenso por el empíreo, solapándose tras la lejana cordillera. Mis cristalinos, se encuadraron en el arisco y zigzagueante afluente que fracturaba la desolada hondonada, dejándose secuestrar por el friolento caudal, perdiéndose en el infinito.

Cuando la penumbra conquistó toda mi panorámica, mis cócleas fueron atiborradas de unos sugestivos susurros, generando en mis entrañas un peculiar mariposeo, que trajo a mi mente un cardumen de añoranzas del tiempo vivido a su lado. Desde ese día, cada tarde postro mis descarnadas posaderas en aquella estratégica banca de madera, frente del colosal acantilado, asociándome de una coqueta y calurosa taza de café colombiano, rememorando donde Cupido hizo de las suyas y nosotros afirmamos una inmarcesible unión.

Jaime Eduardo Aristizábal Álvarez 


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viernes, 30 de julio de 2021

 


SEMPITERNO AMOR

    Siete quinquenios han pasado. A la testa de Pedro, un debilucho, desinteresado, serio y baqueteado pescador batelero, aterriza un maremágnum de inocentes recuerdos de su relación con Clara, su eterno amor (ella siempre me pidió que le bajara la luna y yo nunca pude, ahora aquí en esta perezosa soledad, sólo quisiera haberle podido cumplir sus deseos) que lo abandonó para perseguir sus dorados, ambiciosos y elegantes desvaríos de magnanimidad.

    Justo en esa oscura y huérfana noche de viernes, con los ánimos a punto de naufragar en el sabelotodo torrente amazónico, singlaba Pedro, de camino a la endiablada e inmisericorde tasca; paladeándose en su liliputiense imaginación, la engañosa crátera atiborrada de un suculento y añejo ron cubano; que le ayudaría a olvidarla (quiero verla, aunque sea en sueños, ella es mi vida, sin ella, mi vida no tiene sentido) Iba zigzagueando con destreza, encumbrado en su estilizada e iracunda canoa, evitando chocar con las espumosas olas viajeras.

    Pedro, rumiando sus habituales desvaríos nocturnales, perpetuaba una colosal dificultad, anhelando sacarla por fin de su aciaga existencia. A lo largo de la bonancible singladura, el misántropo lanchero, se percató del pendenciero    rebosamiento del torrente y de una lóbrega penumbra. Al izar su desprevenida ojeada, Pedro, vio como la cornuda luna se apeaba del azaroso éter, aminorando la cercanía a su flotante corcel. Luego de unos desquiciados instantes, la luminosa compañía atiborró la incauta eslora, ocasionando en Pedro, un matemático y fulminante ataque cardiaco y un silencioso naufragio, del que nadie en la inhóspita población se percató.

Jaime Eduardo Aristizábal Álvarez 


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VIAJE INTERIOR

Fusionar mis entristecidos parpados, es explorar lentamente el arrebatador interior de mi ser; mi esencia sobrevuela un majestuoso ecosistema cubierto por una azulina y espesa bruma; que encubre con geométrica precisión un esplendoroso valle. En el meollo de la cuenca, descolla con ímpetu una pedestre ermita con amarillentos paredones, que sostiene en lo alto un estilizado crucifijo, haciéndole compañía a un lampiño sapino.

La cerúlea y espesa neblina, es fracturada por una apretujada floresta enfilada cual escuadrón militar, orientada en fototropismo positivo. Los picos de una exuberante cordillera, esconden a sus espaldas un pelirrojo crepúsculo, que ornamenta con calidez el sublime paisaje.

Abrir nuevamente mis acaramelados ocelos, es retornar a la inmarcesible realidad que atiborra de aflicción la inmensidad de mi existir.

Jaime Eduardo Aristizábal Álvarez 


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lunes, 12 de julio de 2021

 


DELEITE FELINO

En un amoratado y perspicaz ángelus sabatino, desde la energúmena cristalera cuadrilátera, atisbaban los fisgones mininos, el sosegado encumbramiento del esférico astro. Ensimismados por la lunática cadencia, ronroneaban entrambos, disfrutando su sibarita concomitancia.

Con el pausado tráfico de las saetas del cronógrafo, se dio cumplimiento a la insospechada virada terrícola, empollando el mágico trueque claro oscuro, clausurando asina el embeleso morrongo.

Jaime Eduardo Aristizábal Álvarez 


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domingo, 4 de julio de 2021

 

CONTRASTES DE LA URBE

En una desprevenida excursión por la iracunda arista de la calle Ayacucho, cruce con carrera Girardot, en el anárquico ombligo de la urbe medellinense. De pie, esperando el cambio a verde del semáforo, justo en frente del seductor frontis ulterior de la edificación estilo neoclásico, hermosamente perpetuada por su propietario (la prestigiosa universidad de Antioquia) reconocida como “El Paraninfo”. Mi deteriorada visión, es abruptamente interrumpida por el moderno y serpenteante funicular metropolitano, que con magnificencia se encamina en sentido occidente oriente, a la estación Alejando Echavarría, a desalojar el impaciente y malhumorado cardumen de sus cotidianos usufructuarios.

Divisando la disparidad del entorno, mis vellosidades corporales se izan de gozo, por la majestuosidad de cada una de los rincones de mi ciudad. ¡¡¡Que orgullo vivir en Medellín!!! Una metrópoli que ampara con sus portones hendidos al foráneo.

Jaime Eduardo Aristizábal Álvarez – Colombia


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    Monumentos R.A.B. en Medellín En aquel caluroso crepúsculo del último viernes de mayo, cuando Juanito les contó sobre sus tareas de fi...