REMINISCENCIAS
VESPERTINAS
Ensimismado
estoy, dejando revolotear mis cáusticos pensamientos en la profundidad de mi
Psiquis. Mis inocentes ocelos caramelo permanecen firmes, observando el
seductor espectáculo de un paradisiaco ocaso azafranado; junto a mi esta ella,
una cautivadora vasija, atiborrada de un amargo y aromático fluido azabache que
revitaliza mi apesadumbrada humanidad. De pronto, mi membrana timpánica recibe
una cadenciosa resonancia, ♫…♪… Sí, sabes que ya llevo un rato mirándote♫…♪… ♫…♪…tengo que bailar contigo hoy♫…♪… ♫…♪… vi que tu mirada ya estaba llamándome ♫…♪… (canción Despacito Erika Ender y Luis fonsi) que hace erizar
la integridad de mis vellosidades corporales. (¿De dónde vendrán esas notas?
que me recuerdan tanto a ella, ¿me estaré enloqueciendo?) Calafatee mis
párpados para disfrutar la absorbente musicalidad, e ipso facto cesó,
comenzando un aturdidor silencio. Volví a destapar mis pupilas, divisé la
humeante vasija, y mis tembleques manos intentaron asirla, sin lograr su
objetivo, haciéndola surcar las parcelas de Eolo, hasta reventarse en el
polvoriento suelo.
Los
minutos pasaban dejando un multicolor rastro. El decreciente astro, continuaba
su elegante cabalgar en descenso por el empíreo, solapándose tras la lejana cordillera.
Mis cristalinos, se encuadraron en el arisco y zigzagueante afluente que
fracturaba la desolada hondonada, dejándose secuestrar por el friolento caudal,
perdiéndose en el infinito.
Cuando
la penumbra conquistó toda mi panorámica, mis cócleas fueron atiborradas de
unos sugestivos susurros, generando en mis entrañas un peculiar mariposeo, que
trajo a mi mente un cardumen de añoranzas del tiempo vivido a su lado. Desde
ese día, cada tarde postro mis descarnadas posaderas en aquella estratégica
banca de madera, frente del colosal acantilado, asociándome de una coqueta y calurosa
taza de café colombiano, rememorando donde Cupido hizo de las suyas y nosotros
afirmamos una inmarcesible unión.
Jaime Eduardo Aristizábal Álvarez