En medio del enfurecido e infinito piélago ennegrecido por el inminente ocaso solar, un colosal e iracundo cetáceo
ascendía perpendicularmente encubriendo por completo la obesa estrella
decadente, dejando unos instantes su descomunal envergadura suspendida en los
aires, con sus corpulentos remos pectorales revolcaba las aguas generando una
constelación de diminutas migajas liquidas que se entrelazaban con los
decadentes haces lumínicos dejando en el éter un paradisiaco espejismo y la
estupenda sensación visual del sobrevuelo de una inmensidad de policromáticos
lepidópteros.
Al desplomarse a la friolenta masa acuosa el ciclópeo organismo, generó una descomunal marejada que desestabilizó nuestra insignificante embarcación pesquera, aquella noche quedará en nuestras reminiscencias como el fantástico clarear en que pudimos ver cabalgar por el céfiro un colosal zulú náutico.
Jaime Eduardo Aristizábal Álvarez