REBROTE INDESTRUCTIBLE
Adecentando la vorágine del arcón de mis reminiscencias,
me topé con una amarillenta y arrugada epístola, manuscrita en letra cursiva
por mi yayo León; mientras mis ocelos descifraban el sucinto mensaje, (¡¡¡increíble!!!
que mi octogenario y huraño predecesor se haya tomado la molestia de darme este
detalle) brotó de mis lagrimales un ejercito de podagras que zigzaguearon por
mis esmirriados malares hasta colisionar en los benévolos filamentos de mi
casaca.
Medellín, abril 24 de 1980
Apreciado Jaime.
En el día de tu natalicio, te
envío este pequeño sobre con un par de simientes de mango, para que las hagas
germinar en el semillero de tu balcón, y cuando la plántula crezca lo siembres
en el sitio adecuado y me recuerdes siempre.
Te quiero mucho. tu abuelo
León.
Después de leer y repasar esta acotación, aterrizó en mi
hipotálamo una constelación de evocaciones de ese aniversario, que se convirtió
en una efeméride ingrata para mi parentela. (por el infarto fulminante al
miocardio de mi abuelo) Recuerdo que ese ínfimo y desabrido mensaje, fue la
dadiva que más nos impactó, (nuestro octogenario antecesor fue un varón de muy
pocas palabras e irrisorias expresiones de cariño) y acatamos con sumo detalle
para cumplir los deseos póstumos de nuestro abuelo. De esa dupla de semillas
brotó una plántula huérfana, que se convirtió en el más custodiado e inolvidable
ideograma familiar, al ser plantado en el ombligo del jardín de la residencia
paterna.
Cabalgaron por las entrañas de nuestras familias varias
décadas, y aquella plántula se convirtió en un bondadoso y hercúleo árbol, del
cual surgió un imperio empresarial, con el cual toda la descendencia de
irascible León, se ha beneficiado hasta la fecha. Ayer, por razones ajenas a mi voluntad,
peregriné al pueblo donde la totalidad de mis consanguíneos creíamos que permanecía
erguido aquel magnánimo mango; cual sería mi sorpresa, cuando a lo lejos
observé su *tallo talado* inmisericordemente, acompañado con un diminuto *retoño*
emergido del último brote apical, casi al borde de la tierra. Al acercarme para
cerciorarme del magnicidio arbóreo, mi flujo sanguíneo se aceleró al percatarme
de la existencia de un unigénito y apetitoso *fruto de mango* que en la
actualidad se está convirtiendo en la plataforma de lanzamiento del nuevo
imperio económico.
Jaime Eduardo Aristizábal
Álvarez – Colombia