lunes, 5 de septiembre de 2022

 


TRAVESÍA DESMANTELADA

La descarada soledad del cielo anochecido, es testigo de la iracunda contienda entre el impactante astro luminoso y la mimosa montaña que ofrece toxicas caricias deseando con gran ímpetu interrumpir ese estiloso bogar celestial. La rebosante esfera satelital, se desprende con habilidad felina del forcejeo amoroso de su rústico e imprudente pretendiente, y en su ascenso victorioso emana con sensualidad una jauría de haces luminosos que se entrepiernan con la desteñida colorimetría de las antiquísimas ruinas, creando una fantasmagórica galería de sombras, por donde transita con regularidad un septeto de irreverentes mujeres viajeras, montadas en unas agotadas cabalgaduras.

Caen inevitablemente las hojas del calendario, pariendo en cada ciclo menstrual, nuevas emociones para las osadas amazonas que periódicamente transitan estos desolados parajes.

Jaime Eduardo Aristizábal Álvarez – Colombia  

REBROTE INDESTRUCTIBLE

Adecentando la vorágine del arcón de mis reminiscencias, me topé con una amarillenta y arrugada epístola, manuscrita en letra cursiva por mi yayo León; mientras mis ocelos descifraban el sucinto mensaje, (¡¡¡increíble!!! que mi octogenario y huraño predecesor se haya tomado la molestia de darme este detalle) brotó de mis lagrimales un ejercito de podagras que zigzaguearon por mis esmirriados malares hasta colisionar en los benévolos filamentos de mi casaca.

Medellín, abril 24 de 1980

Apreciado Jaime.

En el día de tu natalicio, te envío este pequeño sobre con un par de simientes de mango, para que las hagas germinar en el semillero de tu balcón, y cuando la plántula crezca lo siembres en el sitio adecuado y me recuerdes siempre.

Te quiero mucho. tu abuelo León.

Después de leer y repasar esta acotación, aterrizó en mi hipotálamo una constelación de evocaciones de ese aniversario, que se convirtió en una efeméride ingrata para mi parentela. (por el infarto fulminante al miocardio de mi abuelo) Recuerdo que ese ínfimo y desabrido mensaje, fue la dadiva que más nos impactó, (nuestro octogenario antecesor fue un varón de muy pocas palabras e irrisorias expresiones de cariño) y acatamos con sumo detalle para cumplir los deseos póstumos de nuestro abuelo. De esa dupla de semillas brotó una plántula huérfana, que se convirtió en el más custodiado e inolvidable ideograma familiar, al ser plantado en el ombligo del jardín de la residencia paterna.

Cabalgaron por las entrañas de nuestras familias varias décadas, y aquella plántula se convirtió en un bondadoso y hercúleo árbol, del cual surgió un imperio empresarial, con el cual toda la descendencia de irascible León, se ha beneficiado hasta la fecha.  Ayer, por razones ajenas a mi voluntad, peregriné al pueblo donde la totalidad de mis consanguíneos creíamos que permanecía erguido aquel magnánimo mango; cual sería mi sorpresa, cuando a lo lejos observé su *tallo talado* inmisericordemente, acompañado con un diminuto *retoño* emergido del último brote apical, casi al borde de la tierra. Al acercarme para cerciorarme del magnicidio arbóreo, mi flujo sanguíneo se aceleró al percatarme de la existencia de un unigénito y apetitoso *fruto de mango* que en la actualidad se está convirtiendo en la plataforma de lanzamiento del nuevo imperio económico.

                                                   Jaime Eduardo Aristizábal Álvarez – Colombia

 

GALANTEO SELENOFILICO

Calafatear mis intensos y acaramelados ocelos cada ángelus es, la máxima incitación que me permite sumergir mi psique en un paradisiaco ecosistema noctívago. Mientras las inagotables saetas de cronos recorren con bríos las inaguantables y oscuras horas; Yo, penetro en las insondables tinieblas de mi interior. (Aquí estoy, escrutando mi pequeñez, y no atisbo alguna luz al final del túnel, ¿Qué será de mi existencia? ¿lograré llegar a cumplir mi propósito? Quizás sí, quizás no) Aquella *noche* veraniega de intenso suplicio, cabalgando en la inmensidad mi ser, aterricé en el ombligo de un varicoso peñasco, que permanecía claroscuro por la feroz batalla entre las iracundas tinieblas y el navegar desbocado de un cardumen caballitos del diablo, que ocasionalmente imponían su claridad sobre su encopetado rival. [En el momento que el reloj marca las 17:04 horas del 14 de marzo de 2022, en compañía de mi amistoso y espinoso cactus, escribo estas líneas, intentando sosegar mis dudas y mis miedos, sentado en frente del ventanal de mi habitación, dejando que la luz del atardecer ilumine mi creatividad] Cuando icé mis distraídos ojos a la cumbre del vanidoso risco, pude ver el rocambolesco arquetipo de un mayestático *reno*(el macho alfa de la manada) que permanecía ensimismando anhelando poseer para sí, el nacarado y exquisito transitar de la timorata *luna*. ¡¡¡Carajo!!! ¡que exquisito espectáculo! Entonces decidí reanudar mi inspección, topándome de frente con un ejército de iracundas coníferas cimentado en las faldas de una apapachadora *montaña*, galanteando con sus lánguidos ramales la exquisitez de la ególatra satelital. La chispeante y bulliciosa caminata de las irrespetuosas libélulas, se fusionaba al vuelo con el resplandor de los forajidos luceros, gestando una dadivosa estela multicolor, que se incrustaba en mis entrañas serenando por completo mi alma.

Jaime Eduardo Aristizábal Álvarez -  Colombia.

 


ENRAIZADA LID

De tiempo atrás, en el corroído lomo de un escalofriante barranco ribereño, se escucha el sonsonete de una escaramuza sin precedentes, entre un cerril árbol desarrapado y la inescrupulosa fuerza gravitacional de la ladera. Desde los quintos infiernos, un haragán oleaje cacarea debilitando la gladiadora raigambre.

Es justo ahí, en el chaflán del peñasco, donde mi palpitante artefacto, acelera el bombeo de la pletórica savia bermellón, contagiando de fogosidad mis pisoteadas entrañas, logrando así, apaciguar mis pendencieras apetencias.

La taciturna zaragata se acrecienta con el paso de los atardeceres, engalanando el arborescente habitad. ¿Quién será el vencedor? únicamente la comparecencia de cronos lo sabrá.

Jaime Eduardo Aristizábal Álvarez- Colombia



PLENILUNIO

La delicada caricia compartida entre la enamoradiza luna y la flemática inmensidad del piélago es, la plataforma de lanzamiento, desde donde mis fantasías se levantan en dirección al infinito. Acullá, a la deriva, boyando en mi trilateral velero, en la intimidad de mis quimeras; aterriza un arsenal de axiomas que obnubila mi existencia. El parsimonioso vaivén del oleaje náutico, capitaneó mi embarcación hasta una paradisiaca ribera albina, acicalada por una figura femenina, quien permanecía inmóvil divisando el trasegar del imponente satélite.

En los conductos auditivos de la dama se cuchicheaba Estando yo sentada en la arena de la playa viendo el mar Un hombre guapo, Venía remando en una barca Que venía aproximándose hacia mí El me miró, me sonrió Y yo coquetamente viendo Hice como que no vi … (Canción: La Guirnalda, compositor Juan Gabriel) melodía que cada atardecer le robaba una constelación de sollozos.

Cuando las plantas de mis pies se hundieron en la arenisca, el murmullo incremento tu tono, metamorfoseándose en una exclusiva romanza para mí. En ese periquete, se hizo realidad la letra de la canción que, hasta el día de hoy, continuamos disfrutando ella y yo. Si tú que estás leyendo este texto, no has escuchado ese tema, hazlo y verás el maravilloso idilio que estoy viviendo en el puerto de Vallarta.

Jaime Eduardo Aristizábal Álvarez – Colombia.

 

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