GALANTEO SELENOFILICO
Calafatear
mis intensos y acaramelados ocelos cada ángelus es, la máxima incitación que me
permite sumergir mi psique en un paradisiaco ecosistema noctívago. Mientras las
inagotables saetas de cronos recorren con bríos las inaguantables y oscuras
horas; Yo, penetro en las insondables tinieblas de mi interior. (Aquí estoy,
escrutando mi pequeñez, y no atisbo alguna luz al final del túnel, ¿Qué será de
mi existencia? ¿lograré llegar a cumplir mi propósito? Quizás sí, quizás no) Aquella
*noche* veraniega de intenso suplicio, cabalgando en la inmensidad mi ser,
aterricé en el ombligo de un varicoso peñasco, que permanecía claroscuro por la
feroz batalla entre las iracundas tinieblas y el navegar desbocado de un
cardumen caballitos del diablo, que ocasionalmente imponían su claridad sobre
su encopetado rival. [En el momento que el reloj marca las 17:04 horas del 14
de marzo de 2022, en compañía de mi amistoso y espinoso cactus, escribo estas
líneas, intentando sosegar mis dudas y mis miedos, sentado en frente del
ventanal de mi habitación, dejando que la luz del atardecer ilumine mi
creatividad] Cuando icé mis distraídos ojos a la cumbre del vanidoso risco,
pude ver el rocambolesco arquetipo de un mayestático *reno*(el macho alfa de la
manada) que permanecía ensimismando anhelando poseer para sí, el nacarado y
exquisito transitar de la timorata *luna*. ¡¡¡Carajo!!! ¡que exquisito
espectáculo! Entonces decidí reanudar mi inspección, topándome de frente con un
ejército de iracundas coníferas cimentado en las faldas de una apapachadora
*montaña*, galanteando con sus lánguidos ramales la exquisitez de la ególatra satelital.
La chispeante y bulliciosa caminata de las irrespetuosas libélulas, se
fusionaba al vuelo con el resplandor de los forajidos luceros, gestando una dadivosa
estela multicolor, que se incrustaba en mis entrañas serenando por completo mi
alma.
Jaime
Eduardo Aristizábal Álvarez - Colombia.
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