lunes, 5 de septiembre de 2022

 

GALANTEO SELENOFILICO

Calafatear mis intensos y acaramelados ocelos cada ángelus es, la máxima incitación que me permite sumergir mi psique en un paradisiaco ecosistema noctívago. Mientras las inagotables saetas de cronos recorren con bríos las inaguantables y oscuras horas; Yo, penetro en las insondables tinieblas de mi interior. (Aquí estoy, escrutando mi pequeñez, y no atisbo alguna luz al final del túnel, ¿Qué será de mi existencia? ¿lograré llegar a cumplir mi propósito? Quizás sí, quizás no) Aquella *noche* veraniega de intenso suplicio, cabalgando en la inmensidad mi ser, aterricé en el ombligo de un varicoso peñasco, que permanecía claroscuro por la feroz batalla entre las iracundas tinieblas y el navegar desbocado de un cardumen caballitos del diablo, que ocasionalmente imponían su claridad sobre su encopetado rival. [En el momento que el reloj marca las 17:04 horas del 14 de marzo de 2022, en compañía de mi amistoso y espinoso cactus, escribo estas líneas, intentando sosegar mis dudas y mis miedos, sentado en frente del ventanal de mi habitación, dejando que la luz del atardecer ilumine mi creatividad] Cuando icé mis distraídos ojos a la cumbre del vanidoso risco, pude ver el rocambolesco arquetipo de un mayestático *reno*(el macho alfa de la manada) que permanecía ensimismando anhelando poseer para sí, el nacarado y exquisito transitar de la timorata *luna*. ¡¡¡Carajo!!! ¡que exquisito espectáculo! Entonces decidí reanudar mi inspección, topándome de frente con un ejército de iracundas coníferas cimentado en las faldas de una apapachadora *montaña*, galanteando con sus lánguidos ramales la exquisitez de la ególatra satelital. La chispeante y bulliciosa caminata de las irrespetuosas libélulas, se fusionaba al vuelo con el resplandor de los forajidos luceros, gestando una dadivosa estela multicolor, que se incrustaba en mis entrañas serenando por completo mi alma.

Jaime Eduardo Aristizábal Álvarez -  Colombia.

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