HISTORIA
# 29
MI MAESTRO
DEL BOSQUE
Cada familia tiene una
actividad que ha pasado de generación en generación convirtiéndose en una
tradición; de una de esas tradiciones es que les quiero contar en esta
historia.
Mi familia tiene por tradición
muchas actividades para congregarnos a través del año, sin embargo, la fecha
que todos teníamos sin falta que separar por encima de todo era la del ultimo
día del año; ese día para nuestra familia tenia un significado muy especial,
comenzaba muy temprano en la mañana con un desayuno con calentao de frijoles
con arroz, arepa y chocolate con quesito que nos tenia la abuela a todos,
seguía con un sancocho hecho en leña que sabía delicioso, a la mitad de la
tarde llegaban los buñuelos y la natilla que no podían faltar, y cuando el sol estaba a punto de ocultarse llagaba la hora de los
cuentos del abuelo que tenía un repertorio enorme de historias que según él las
había vivido con sus amigos, después que el abuelo terminaba de narrar su
historia a eso de las nueve de la noche servían la cena de fin de año y comenzaba
el baile para los rumberos, que a propósito eran la mayoría de mis familiares.
En la última reunión donde el
abuelo nos acompañó nos dejó la mas bonita de las enseñanzas que le alcanzamos
a escuchar sus nietos mayores. La historia comenzó con una pregunta que nos
sorprendió a todos los que estábamos atentos a disfrutar su historia.
- ¿Cuál ha sido su mejor
maestro? – preguntó entusiasmado el viejo –
Todos los asistentes nos
miramos las caras sin saber que contestarle, al ver que nadie se atrevía a
contestar le preguntó a mi primo mayor quien entre dientes le contestó que su mejor
maestro había sido el de matemáticas en la escuela, luego le preguntó a mi
hermana mayor que con un gesto de terror dio a entender que no sabía, así
continúo preguntando hasta que decidió terminar con las preguntas y comenzar la
historia.
Esa historia fue tan
impactante para todos que aún recuerdo como si hubiese sido ayer cuales fueron
las primeras palabras que dijo:
- mi mayor maestro no fue un
ser humano, mi mayor maestro fue un ser que descubrimos mis amigos y yo en lo
más profundo del bosque que rodeaba mi pueblo, ese ser tenía forma humana
aunque un poco extraña y fea para nuestro gusto, tenía largos brazos que cuando
estaba de pie le alcanzaban a tocar el piso, su cabeza un poco mas grande de lo
normal dejaba ver unos ojos celestes que brillaban de una forma especial, su
cuerpo era tan delgado que parecía que fuera un chamizo, y una voz que
penetraba a lo más profundo del corazón de quienes tuvimos la fortuna de
conocerlo.
Mi sobrina menor interrumpió
al abuelo preguntándole:
- Tito, ¿ese hombre era de
madera?
El abuelo sonrió y le pidió a
la niña que le regalara un abrazo que le daría fuerzas para continuar narrando.
Antes de continuar el abuelo le contestó diciendo:
- claro que si mi niña, era de
madera, -- contestó el viejo - eso era lo que lo hacía especial y fue lo que
nos impactó en el momento que lo conocimos durante una caminata para recolectar
frutas silvestres cuando yo tenía 15 años.
- y ¿Qué fue lo que les
enseñó? pregunté yo con mucha curiosidad. –
El abuelo me miró con una expresión
que me asustó por que pensé que le había molestado la pregunta; después de una
corta pausa sonrió y continuó su relato sin responder mi pregunta.
Pasados unos tres minutos
nuestro narrador estrella hizo silencio y mirándome con picardía dijo:
- ¿pensaste que no te iba a
contestar? dijo mirándome –
- A ese ser lo llamábamos “mi
maestro del bosque” y sus enseñanzas fueron miles – dijo el abuelo con una
bonita sonrisa en sus labios. – les contaré las que más impactaron nuestras
vidas.
Todos los que estábamos
reunidos frente al abuelo y viendo como ardían los maderos en la fogata
teníamos un gran interrogante y queríamos que el abuelo terminara de contar su
aprendizaje.
- bueno, ya voy a terminar de
contarles lo que nos enseñó. – dijo el abuelo con un brillo en sus ojos. –
- “mi maestro del bosque” nos
enseñó – continuó el abuelo – en la vida debemos tener en especial tres cuidados
que si los hacemos bien podremos vivir felices.
- ¿tres cuidados? Interrumpió con
algo de prisa la prima Adriana.
- Sí, tres cuidados. – ya sé que están cansados de escuchar a este
viejo, tengan paciencia que de pronto este sea el ultimo cuento que me escuchen
– contestó el abuelo. –
Con un silencio que se podía cortar por la respuesta
del viejo, todos abrimos nuestros corazones y cerramos nuestras bocas para
escucharlo.
El primer cuidado que debemos
tener es: - prosiguió el abuelo -
- Cada uno de nosotros debe
cuidar su cuerpo como si fuera la más fina de las piedras preciosas, nuestro
cuerpo es un santuario donde vive nuestra alma y el espíritu, cada vez que por
alguna causa le hacemos daño a nuestro cuerpo estamos desobedeciendo el plan
que nuestro creador tiene con cada uno de nosotros, muchas veces buscando la
felicidad caemos en el error de maltratar nuestro cuerpo llevándolo a contraer
enfermedades causadas por nuestro mal proceder que en muchas ocasiones nos lleva
a la muerte.
- ¿alguna pregunta? – dijo el abuelo.
-
- ninguna. - dije yo en voz alta. -
- perfecto, dijo el viejo. -
entonces continuaré contando.-
- el segundo cuidado que tenemos
la obligación de tener es cuidar a nuestros semejantes así no los conozcamos,
ya que nosotros los seres humanos no somos auto suficientes y es por eso que
dependemos de los demás para lograr lo que nos proponemos.
- ¿dependientes? No lo creo, explícame
eso por favor. dijo Andrés con algo de inquietud. –
El abuelo suspiró y se tomó unos
segundos para contestarle al primo.
- Mira Andrés, ¿Andrés es tu nombre
cierto? Pregunto el abuelo. -
Andrés, con un movimiento de
cabeza contestó que sí.
- nosotros los seres humanos, dependemos
tanto de los demás que somos la única especie animal que necesita para su crecimiento
y desarrollo estar junto a sus padres o familiares por una gran cantidad de años
para sobrevivir. Mira los animales como a los pocos días de nacidos ya están buscando
alimento y valiéndose por si solos.
- ¿entiendes ahora? - dijo el
abuelo mirando a Andrés. -
Los colores se subieron al rostro
de Andrés quien no volvió a pronunciar palabra.
El abuelo continuó diciendo:
ni para que decir que somos dependientes cuando llegamos al tema sentimental, donde
en muchas ocasiones necesitamos de los demás para sobrellevar nuestras malas
decisiones, nuestra poca autoestima y el poco valor que le damos a nuestra
vida.
- esta historia se está
haciendo muy larga y ustedes quieren comenzar la rumba. – dijo el abuelo. –
- Para terminar, el tercer cuidado
que tenemos que practicar es el cuidado a la naturaleza, darle un buen manejo es
el mejor negocio que podemos hacer los seres humanos porque ella es nuestra
casa y nuestra despensa de donde podemos tomar todo lo que nos hace falta para
vivir felices; lastimosamente por nuestra avaricia la estamos destruyendo sin
darnos cuenta que ya estamos sufriendo las consecuencias de ese mal uso.
- Estos tres cuidados son los que
aprendimos de “mi maestro del bosque”, hoy quería compartir con ustedes porque deseo
que en pocas horas cuando inicie el nuevo año hagamos un pacto para hacer de estos
tres cuidados un estilo de vida familiar.
El abuelo terminó su intervención
dejándonos a todos en un silencio tan profundo que podíamos escuchar las
palpitaciones de los corazones.
Antes de que las campanas
sonaran para dar la bienvenida al nuevo año, todos en común acuerdo, paramos la
celebración e invitamos al abuelo para que dirigiera las palabras del pacto que
hicimos con tanto amor que desde ese día y hasta la fecha cada año lo renovamos en memoria
del abuelo quien falleció pocos meses después.
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