miércoles, 20 de mayo de 2020







HISTORIA # 26


VENTANA AL MUNDO


Los recuerdos de mi estancia en la casa de la abuela los he guardado en mi corazón como un tesoro a lo largo de mi vida, las comidas deliciosas, las jugarretas con los primos, las navidades llenas de regalos, los castigos cuando hacíamos algo malo, los pellizcos que dolían hasta el alma, las idas a la finca a ver ordeñar las vacas, las bajadas al sótano escuchando historias de terror, la molida del maíz para hacer las arepas, las jugadas de golosa, la armada de carros de rodillos, en fin. Aquí me podría quedar llenando páginas y páginas de recuerdos.

En este momento les contaré una de las historias que mas recuerdo la cual compartí con el gato misifu, no se rían así se llamaba el gato criollo que llegó a la casa de la abuela después de un aguacero un tres de mayo, ya ni recuerdo de que año, lo que si recuerdo es que ese gato y yo nos volvimos compinches de muchas aventuras infantiles.

Misufu y yo, corríamos por todos los rincones de la casa, algunas veces sin culpa hacíamos pequeños daños en algún lugar de esta que se convertían en castigos dolorosos y nos alejaban por algunos días, a mí me dejaban encerrado sin juguetes y a él lo encerraban al lado de la perrera en el sótano.

En uno de esos días en que Misifu y yo teníamos el espíritu descubridor y conquistador alborotado, encontramos en el rincón mas alejado de la casa un hueco en la pared que dejaba ver lo que pasaba en la calle sin que nadie se diera cuenta, ese día fue para mi muy especial porque por ese agujero aprendí muchas cosas que aun dan vueltas en mi mente.

Mi amigo gatuno y yo, teníamos horarios definidos para abrir nuestra ventana al mundo: La primera vista era a eso de las siete treinta de la mañana después del desayuno, a esa hora veíamos como todos corrían como locos tratando de llegar temprano al trabajo, además podíamos ver el desfile de las empleadas del servicio hacia la tienda de don Tiberio a comprar el revuelto para el almuerzo y los sábados en la mañana veíamos pasar a muchos hombres caminando pegados a la pared como si se fueran a caer y gritando que yo la quiero mucho, mi amigo y yo no entendíamos nada de lo que decían esos hombres. Los domingos veíamos a las abuelitas y abuelitos en peregrinación hacia la iglesia para escuchar la santa misa de ocho de la mañana.

La segunda visita a la ventana era al medio día, donde podíamos ver a muchas mujeres desfilar de un lado para el otro trayendo y llevando a sus hijos y así poder llegar a tiempo al trabajo. También veíamos como las jovencitas de los colegios femeninos caminaban como modelos en pasarela por las aceras del pueblo esperando un piropo de los chicos del colegio masculino que las miraban con picardía y con ganas de recibir un sí de ellas.

Y la ultima asomada por nuestra ventana secreta era cuando el sol ya se había ocultado y nuestras miradas eran iluminadas por las lámparas de los postes de la esquina, a esas horas veíamos a muchas mujeres con ropas brillantes y maquillaje llamativo recostadas en la pared atentas a la parada de algún vehículo frente a ellas, muchas se subían a los carros y se iban sin rumbo fijo, otras permanecían paradas en la esquina echando humo con un olor penetrante por unos tubitos todos raros. En la noche también se escuchaban a lo lejos canciones como para bailar que salían de la discoteca de la calle del pecado, así era como llamaban en el pueblo la zona donde estaban todos los bailaderos.

También veíamos pasar a hombres y mujeres con ropas harapientas halando una carreta y recogiendo la basura que habían dejado durante todo el día las personas que habían pasado, de esas ultimas personas me sorprendía que siempre las veía cantando y sonriendo sin importarles si el clima estaba bueno o no.

Cuando terminé el colegio fue la última vez que fui a la casa de la abuela, esa temporada fue la última que pasé con Misifu y que usamos la ventana al mundo, después de algunos años mi tío Sergio me contó que a Misifu lo habían encontrado muerto en el rincón mas alejado de la casa cerca a un hueco que al otro lado dejaba ver la calle.

Muchos años más tarde volví al pueblo por motivos de trabajo y quise saber si la casa de la abuela aún existía, porque el pueblo estaba creciendo y muchas de las casas antiguas están siendo demolidas para construir edificios de varios pisos; Para mi sorpresa la casa de la abuela estaba intacta como si el tiempo se hubiera detenido, mis ojos no aguantaron y dejaron salir unas gotas que rodaron por mis mejillas hasta caer al suelo.

Al ver como la casa estaba perfectamente conservada a pesar del paso de los años, llegaron a mi mente miles de recuerdos donde el protagonista era Misifu e inmediatamente corrí a la parte de atrás de la casa donde quería ver si aún estaba nuestra ventana al mundo, ustedes ni se imaginan  cual fue mi sorpresa al encontrar esa significativa perforación exactamente igual a como la habíamos dejado mi amigo gatuno y yo.

Ver mi ventana al mundo igual a como la recordaba me impulsó a buscar la manera de volver a entrar a la casa, y ver quien estaba disfrutando de ella, la alegría que sentía me llevó a tocar a la puerta y solicitar permiso para entrar y recodar esos bellos recuerdos.

Cual fue mi sorpresa cuando la gran puerta de abrió y dejó ver la silueta de doña Gladys, la vecina de toda la vida y muy amiga de mi mamá quien preguntó casi gritando:

- ¿Quién toca la puerta? –

- tímidamente conteste: soy yo doña Gladys,¿recuerda quien soy?-

La anciana además de estar un poco sorda, sus ojos se veían casi blancos por las cataratas que los cubría, como era de esperase no recordaba quien era yo.

- ¿quién eres tú? - - preguntó la anciana –

- soy el hijo de doña Sandra su vecina. –

- ¿el hijo de doña Clara? - - imposible porque Clara no podía tener hijos. Me dijo la bella anciana. –

Al ver que ella no sabia ni lo que decía, toqué la segunda puerta para ver si alguien más salía para concederme el permiso de entrar,  pasados unos segundos se abrió la puerta del zaguán y  salió una mujer que en un principio no reconocí y me pregunto:

- ¿a quién necesita el señor? –

Al escuchar su voz supe que era Luisa, la nieta de doña Gladys a quien recordaba con aprecio.

- soy yo Eduardo, el hijo de doña Sandra. ¿me recuerdas? –

Ella, con algo de duda pensó y dijo.

- ¡Claro! como no recordarte, tu fuiste quien descubrió la “ventana al mundo” que hemos disfrutado muchos de los miembros de mi familia y ahora la estoy disfrutando yo.

- Que maravillosa noticia me acabas de dar - - dije saltando de la alegría –

- ¿me podrías dejar entrar para recordar mi niñez? - - pregunté animado –

- Por supuesto. - dijo Luisa. - entra y aprovecho para preguntarte algo de la historia de esa ventana.

Con mi corazón latiendo a mil, con cada paso que daba por los corredores de la vieja casa llegaban a mi mente los hermosos momentos que viví con mi amigo Misifu.

Cuando estuvimos frente a la ventana, Luisa, señalando una cruz que había a un costado con mucha inquietud me preguntó:

- ¿Sabes que significa esa cruz? –

- Ni idea. - - respondí sin prestarle mucha atención. –

Ella dijo: - creo que ahí debe haber un cuerpo de un animal por que yo he escuchado unos maullidos en las noches.

Esas palabras entraron por mis oídos como dulce melodía y de inmediato recordé que mi tío había enterrado a Misifu en ese sitio.

- ya se quien está debajo de esa cruz. – dije con alegría.

- ¿Quién? -  - preguntó Luisa-

- Misifu mi gato. – quien era mi compañero a la hora de mirar por la ventana. –

- y ¿por qué está ahí enterrado? - - Preguntó Luisa. –

Con lágrimas en mis ojos y mi corazón arrugado respondí:

- mi tío Sergio, me contó que lo habían encontrado muerto tratando de mirar por la ventana y como su cuerpo ya estaba un poco descompuesto, decidieron enterrarlo en ese lugar. –

Cuando vi el reloj me di cuenta de todo el tiempo que había pasado, y reaccioné diciendo:

- Luisa, ya es hora de ver el mundo por nuestra ventana. –

Corrimos a mover la piedra que permitía ver hacia la calle y durante varias horas estuvimos compartiendo las historias que han pasado frente a nuestros ojos gracias a la ventana al mundo, dándonos cuenta que aunque pase el tiempo la humanidad sigue viviendo de la misma manera.

Jaime Eduardo Aristizabal Álvarez - Colombia 




4 comentarios:

  1. Las historias de la infancia que buenos recuerdos. Lástima quebya no volverán.

    ResponderEliminar
  2. Excelente. Mientras leía, me trasporte a esa hermosa ventana. Yo tengo una gatica que se llama Rosa María La malvada, y tenemos una gran conexión.

    ResponderEliminar
  3. Una de las historias más tierna, sencillamente humana que hace pensar que debemos aprender a mirar y recordar con gratitud, pues las cosas sencillas son las que llevamos escondidas en el alma...

    ResponderEliminar

    Monumentos R.A.B. en Medellín En aquel caluroso crepúsculo del último viernes de mayo, cuando Juanito les contó sobre sus tareas de fi...