RETORNO
Con su mirada celeste entristecida y
su vientre virginal, permanecía Laura, oteando por el viejo ventanal de su
morada, hacia el puerto de dónde una tarde de otoño partió su gran amor, en
busca de su eterno sueño.
Ella, en cada ocaso del astro rey,
anhelaba el retorno de Francisco, recordando aquellos placenteros momentos de
amor, vividos a bordo en la pequeña embarcación sobre el sereno oleaje de la
bahía.
Un domingo en la tarde, dos mil
ciento sesenta días después, Laura, advirtió desde su vidriera un extraño
velero que se acercaba al embarcadero de su padre, y en el atisbó la figura de
Francisco que ondeaba alegremente su gran triunfo, el diploma de la facultad de
medicina.
Desde aquel día Laura y Francisco
permanecen en un eterno idilio del cual ya han germinado dos hermosos
frutos.
Jaime Eduardo Aristizábal Álvarez
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