Cuando
los desvergonzados y deteriorados neumáticos del autobús intermunicipal, suspendieron
la marcha en lo más alto de las encumbradas montañas de la cordillera
oriental de mi Colombia, (Ya casi llegamos, ¡Qué alegría! volver a ver a mis
familiares, han pasado ya varios calendarios en ausencia) se abrió ante mis
ojos, la majestuosa divisa del encantador valle donde germinó mi vida.
De mis jubilosos ocelos brotó una catarata de cristalinas podagras, que rodaron
por mis mejillas estrellándose estrepitosamente contra la cortinilla del
automotor; y en mi mente aterrizó ♫…♪… A lo lejos se ve, mi
pueblo natal ♫…♪… no veo la santa hora de estar allá ♫…♪… se vienen a mi mente bellos recuerdos♫…♪… infancia alegre que yo nunca olvidaré♫…♪… (compositor: Juancho Valencia, interpretada por grupo Niche)
tema que erizó todas mis vellosidades y acelereró mi sistema cardiovascular. El
gentil y experimentado timonel, dejó por unos instantes que nosotros disfrutásemos
el extraordinario paisaje.
El tiempo se congeló
ante nuestras pupilas. En mi mente navegaron miles de reminiscencias, poniendo
en marcha el radar que recorrió palmo a palmo todo el terreno. Después de una
observación general, quise enfocar los lugares donde viví los mejores años de
infancia. La erosionada colina coronada por la imponente cruz de Cristo Rey,
ese misterioso otero donde tuvimos la primera experiencia espiritual, trajo a
mi mente ♫…♪…nadie te ama como yo ♫…♪…pues nadie te ama
como yo♫…♪…
♫…♪…Mira la cruz, ♫…♪…esa es mi más grande
prueba♫…♪…
nadie te ama como yo♫…♪… (Compositor y cantante: Martin Valverde) terminado el descenso del
monte santo, mis recuerdos casi naufragan en las aguas serpenteantes del
caudaloso *rio* (allí fue donde me dieron mi primer beso, ¡que delicia! ¿Dónde
estará ella, esa coqueta quinceañera que se lo robó?) que fragmenta en varias
zonas, separando geométricamente lo rural de lo urbano. El extraordinario nivel
freático del valle fertiliza con abundancia los fértiles pastizales,
alimentando con eficiencia los herbívoros productores de leche y carne.
Allá, al fondo de la vega navegan con hermosura
las empedradas callejuelas por las que transitaron mis años mozos (¡Cómo has crecido
pueblito mío! Ya ni te reconozco, caminaré por tus vías y saludando a tus
moradores; ¡increíble! tu desarrollo, que lastima haberme perdido tal ingenioso
desarrollo.) Luego de varias vueltas de las saetas del cronógrafo, comenzó el
descenso de ingreso a mi patria chica, donde pasé unas inolvidables vacaciones
que recordaré por siempre.