viernes, 17 de julio de 2020




HISTORIA # 35 
ETERNA SABIDURÍA 

En un sábado frío y lluvioso de esos en que sólo provoca dormitar, Claudia, envuelta entre sus calentitas cobijas leyó un reportaje en la gaceta de su empresa que la despertó ipso facto, ya que hablaba sobre la existencia de una sabia y anciana mujer que albergaba el eterno secreto de la felicidad; leer este reportaje incrementó la curiosidad de Claudia, quien sin pensarlo dos veces revisó en el índice de la revista el nombre de la persona que había escrito este reportaje para contactarlo e indagarle más sobre esa misteriosa mujer.

Antes de rayar el alba del domingo, y ya teniendo el nombre del cronista de la gaceta, Claudia, se levantó lentamente de su lecho estirando su escultural humanidad trigueña, mientras se dirigía a la bañera para disfrutar de su inmersión dominical, mientras permanecía sumergida en el cálido y espumoso liquido pensaba en que le preguntaría a aquella anciana cuando la tuviese en frente sobre la felicidad. Pasaron varias horas y Claudia continuaba regocijándose en las tibias aguas de su bañera, mientras se preguntaba cuál podría ser ese ingrediente que le haría falta para encontrar la felicidad.

Al caer la tarde del domingo, Claudia dejó escritas en una esquela de corazones rojos cada una de las preguntas que con anhelo infinito quería que aquella anciana le respondiese para lograr encontrar la felicidad que le ha sido esquiva desde que era una jovencita.

A las 5:45 a.m. sonó la alarma del despertador de Claudia que rápidamente se acicaló quedando lista para salir rumbo a su lugar de trabajo con la intensión de hablar con el autor del reportaje que tiene volando su imaginación. Claudia, al llegar a la empresa se encontró frente a frente con el director de la gaceta y sin dejarlo modular le preguntó:

- ¿Quién es la persona que escribió el reportaje sobre la anciana que tiene el secreto de la felicidad? –

El director, un poco asustado por la intempestiva interrupción de Claudia, la invitó a ir a su oficina para responderle con detalle su interrogante.

La respuesta sorprendió a la inquieta mujer que no podía creer que la persona que escribió ese artículo era su eterno compañero de escritorio, José Mora, quien usa un seudónimo para no ser identificado porque quiere pasar inadvertido  y así poder expresar sin temor sus más profundos pensamientos.
Claudia, después de unos segundos anonadada por la respuesta recibida, voló como una gacela en busca de José, quien tenía el tesoro que ella quería saber para que su vida mejorara.

Cuando Claudia y José entrelazaron sus miradas quedaron inmóviles por algunos instantes, mientras ella organizaba las palabras para lograr obtener la mejor información acerca de la señora que podría transformar su vida. José, sin titubear y sabiendo la situación emocional de su amiga, le pasó los datos de la señora para que fuese a visitarla y pudiera conocer sus grandes secretos que con toda seguridad le servirían.

Cuando Claudia supo que la anciana quien le daría el secreto de la felicidad vivía en un caserío cercano a la granja donde vive su padre, inmediatamente se comunicó con su progenitor para preguntarle si conocía la zona a donde iría el siguiente fin de semana; para la tranquilidad de Claudia, su padre le respondió que él conocía la zona y a todos y cada uno de sus habitantes; respuesta que alegró aún más a la bella buscadora de la felicidad.

Ya sabiendo que su progenitor conocía a la señora, Claudia, organizó su viaje para el viernes en la noche con el propósito de conocer el secreto de la felicidad y compartir la noche del sábado y la mañana del domingo con su padre a quien no veía hacía varios meses por cuestiones de trabajo.

Siendo las 6:00 de la tarde en punto del viernes, Claudia emprendió el recorrido por la estrecha y polvorosa carretera que la llevaría a los brazos de su padre y a conocer la señora que con su sabiduría le aportaría los secretos para alcanzar la felicidad.

Después de unas tortuosas y polvorientas 4 horas de camino iluminadas por la fantástica redondez del astro nocturno, por fin arribó Claudia a la casa de su padre, al verlo se fundieron en un profundo y amoroso abrazo que duró algunos minutos. Luego, Joaquín, invitó a su hija a un chocolate caliente con pastelitos de carne y pollo recién horneados; mientras compartían la deliciosa merienda, Claudia, le preguntaba incesantemente a su padre sobre la señora que le dará el secreto de la felicidad; Joaquín viendo la necesidad de su hija comenzó diciendo:

- hija, la señora se llama Teresa y vive en una humilde casita campesina pintada de rojo y blanco y rodeada de un hermoso jardín con flores de múltiples colores, en la vereda detrás del cerro pintado, ¿recuerdas donde es? Preguntó Joaquín.

- Por su puesto papi, en los alrededores de ese cerro pasé mis mejores vacaciones de mi adolescencia y ahí conocí el amor, o mejor dicho ahí me dieron mi primer beso.

Joaquín continuó diciendo:

- creo que es la abuela de un tal Samuel, quien es el mayordomo de varias haciendas por esta zona.

- ¿Samuel? Preguntó sorprendida Claudia

- sí, ya recordé que así se llama ese señor. ¿Por qué te impresionó tanto su nombre? Volvió a preguntar Joaquín. –

- No, por nada papi, suspirando respondió Claudia. – dime ¿qué dice la gente de la señora Teresa?

Joaquín con la pausa que dan los años, respondió:

- yo he escuchado que la señora teresa tiene mas de 100 años y siempre está muy feliz, y por la cantidad de gente que viene a visitarla cada fin de semana parece que si es así. 

- ¡Super! Papi, eso es lo que yo estoy necesitando desde hace muchos años, y quien iba a imaginar que la respuesta estaba tan cerca.

Joaquín, algo inquieto preguntó a su hija: - hija, ¿tú ya pediste la cita para hablar con doña Teresa?

- ¿Pedir cita? Gritó Claudia.

- claro, mi niña. esa señora mantiene muy asediada y toca pedir cita con algunos meses de anticipación. –

Claudia a punto de llorar dijo:

- ¿pedir cita con algunos meses de anticipación? no puede ser, no puede ser, que estando aquí tan cerca no pueda hablar con ella. Mañana muy temprano iré a su casa para ver si me puede atender.

- Esperemos que así sea, susurró Joaquín.

Cuando el astro rey asomaba majestuosamente rompiendo la oscuridad sobre las montañas, Claudia despertó, y viendo por los cristales de su habitación suspiró de alegría al ver como las gotas del rocío mañanero se evaporaban creando unos multicolores visos al hacer contacto con las espigas y las flores silvestres que rodeaban su casa.

Unos minutos más tarde cuando el reloj despertador sonó, Claudia, se acicaló como su fuera a asistir a la más importante reunión de su vida, luego buscó la esquela de corazones rojos donde había escrito las preguntas para la señora Teresa; en ese momento su padre la llamó para que se comiera un apetitoso desayuno con chocolate, huevos fritos, y pan recién horneado que él le había preparado.

Con una gran ansiedad partió Claudia a conocer el secreto de la felicidad, a la mitad del camino, un poco sudorosa escuchó una voz que le recordó aquellas vacaciones juveniles que paso en esas veredas, volteo a mirar y vio la silueta de un hombre enorme que con sus manos le daba la bienvenida, Claudia un poco asustada parpadeó queriendo identificar a aquel hombre que con unos cortos pasos se le acercaba. Estando a unos 5 metros de distancia, Claudia sorprendida preguntó:

- ¿Samuel? –

Aquel hombre abriendo sus corpulentos brazos y moviendo su cabeza verticalmente dijo: 

- sí. soy yo, Samuel. - ¿me recuerdas?

De los ojos de Claudia salieron un par de diamantes que brillaban mientras recorrían sus pecosas mejillas, para luego caer justo en la mitad de su escote abriéndose paso por sus hermosos senos para deshacerse junto a su latente corazón.

Con la voz entrecortada, Claudia contestó:

- nunca te he podido olvidar mi querido Samuel, tú haces parte de los mejores momentos que he vivido en mi vida, ahora que te tengo frente recuerdo esos bellos momentos vividos junto a ti y que siempre han estado en lo más profundo de mi corazón.

- y tú ¿qué has hecho en todos estos años? preguntó Claudia temblorosa. -

- Yo, nunca me he alejado de estos parajes, he trabajado en las haciendas propiedad de los doctores que viven en la capital, y ahora que a mi abuela está ayudando a tanta gente con sus consejos acerca de la felicidad, estoy manejado su agenda, que aquí entre nos, parece que fuera la agenda de un especialista por la cantidad de personas.

Asombrada al escuchar las palabras de Samuel, Claudia se abalanzó a sus brazos para fundirse en un profundo ósculo que duró varios minutos y les trajo los mas bellos recuerdos.

- Y tú ¿qué estás haciendo por aquí en este tiempo? Interrogó Samuel. –

- no lo vas a creer. contestó Claudia. -

- vengo a buscar a la señora Teresa para conocer los secretos de la felicidad, y como no sabia que tocaba pedir cita, voy con la confianza en que ella me podrá atender.

Con una sonrisa picarona, Samuel, sacó de su mochila una libreta algo deteriorada y le preguntó a Claudia:

- ¿a qué hora quieres que te atienda la señora Teresa? - 

-  Hoy mismo si es posible, respondió Claudia, con sus ojos brillando de felicidad-

- Que casualidad ayer me cancelaron la cita de las 9:00 am. ósea que si apuras el paso podrás hablar con mi abuela ahora mismo.

El corazón de Claudia palpitaba a mil por hora de la alegría, sus piernas largas se convirtieron en las de un guepardo que la hizo llegar justo a tiempo a la cita.

Al escuchar su nombre, Claudia se acercó a la puerta de la habitación donde estaba la señora Teresa, la cual se abrió lentamente y dejando salir una melodiosa voz femenina que decía:

- buenos días en que puedo ayudarte. – Adelante estas en un lugar seguro del cual te llevaras lo que tu corazón necesite para ser feliz.

Claudia, con sus 5 sentidos en alerta máxima comenzó a percibir a cada paso que daba una sensación indescriptible de paz.

La pared del fondo tenia una gigantesca vidriera que dejaba ver toda la espesura del bosque natural que rodeaba aquel lugar, los paneles laterales de madera redonda sostenían algunos estantes con libros de todas las formas, tamaños y colores, el piso brillaba como un cristal reflejando las maravillas de la naturaleza, el techo de tablilla sostenía algunos artefactos que al contacto con el viento generaban melodiosos sonidos, y en el centro estaba doña teresa en su silla mecedora jugueteando con el humo que salía de su cigarro.
Claudia, sorprendida por la simpleza y belleza de la habitación volvió a escuchar la melodiosa voz de la anciana. Dirigió su mirada hacia la diminuta humanidad de Teresa que solo le inspiró ternura, vio su piel morena adornada con los profundos surcos que trae la edad, sus brillantes y diminutos ojos negros dejaban ver la calidez de su alma, la cabellera rebosante de hilos de plata recogida con una roída cinta, su boca siempre sonriente dejaba ver su escasa dentadura, su vestimenta era sencilla y limpia justa para su edad.

- ¿Cómo es tu nombre? ¿en qué te puedo ayudar? – Ven siéntate a mi lado y hablemos un momento dijo Teresa amablemente.

Claudia, poseída por una tranquilidad que nunca había sentido, respondió:

- Soy Claudia Rodríguez y vine hasta aquí para conocer el secreto de la felicidad.

La anciana permaneció en silencio por unos instantes mientras miraba de pies a cabeza a Claudia y trataba de recordar a quien se le parecía.

Claudia, rompiendo el silencio dijo:

- Soy la hija de Joaquín y Socorro, los vecinos de la vereda del frente. ¿los recuerda?

- ¡Por supuesto! que si los recuerdo. - contestó la anciana. -  Con razón estaba recordando a quien te parecías. Tienes una familia muy especial. ¿lo sabias?

- Si señora, lo sé. -contestó Claudia. – es por eso que quiero conocer la manera de ser feliz. –

- Ser feliz es muy fácil. -  dijo Teresa mientas hacia figuras con el humo del cigarrillo.

- si es tan fácil ¿porque la mayoría de las personas no somos felices? preguntó Claudia

Teresa con una tierna sonrisa respondió:

- La están buscando en el lugar equivocado, y creen que la felicidad está en poseer personas y cosas. Sabiendo que la felicidad es un proceso, un camino el cual todos los seres humanos debemos recorrer.

Teresa mirando a los ojos a Claudia le preguntó:

¿Estás segura que quieres ser feliz?

Claudia, algo molesta, contestó: - Si no lo quisiera no habría venido hasta aquí-

- Está bien, siguió hablando Teresa. – voy a comenzar el camino contigo con una condición.

- ¿Condición? dijo Claudia. –

- Sí, una condición, respondió Teresa. –

- ¿cuál es esa condición? refunfuñó Claudia.

- Muy sencilla, contestó Teresa. – más que una condición es un reto, te reto a que no abandones tu búsqueda ante el primer tropiezo.

-Acepto el reto, exclamó Claudia. - cuando comenzamos

- Perfecto. Dijo Teresa. – revolviendo unas cartas que tenían mensajes escritos en letra cursiva con visos dorados. vas a tomar tres cartas de este montón y esos son los primeros retos.

- ¿Qué tengo que hace con esas cartas? – preguntó Claudia

- En cada una de ellas encontrara una prueba o una pregunta que debes pasar y/o responder, cuando las tengas listas nos volvemos a ver para continuar. – respondió la vieja Teresa. -  

- ¿Entonces debo volver? Preguntó inquieta Claudia.

- Eso sólo depende de ti, respondió con una sonrisa Teresa

- ¿cómo que depende de mí? Exclamo Claudia.

- Así de sencillo es, mi querida amiga. – respondió Teresa. Respondiendo esas preguntas y pasando esos retos, tu misma sabrás cuanto te falta para ser feliz. Cuando hallas descubierto el potencial que tu tienes en tu interior, sabrás cuando has comenzado el camino hacia la felicidad.

- ¿Cuántas tarjetas debo responder? -respondió inquieta Claudia. –

- No te sabría responder esa pregunta. exclamó Teresa. Por que cada persona tiene diferentes situaciones que debe conocer que le permite comenzar el camino a la felicidad. Te cuento que por esa silla donde estas sentada han pasado cientos de personas, y escúchalo bien, ninguna ha tenido que responder la misma cantidad de preguntas, algunos sólo con la primera hacen clic con su propósito y se encaminan rápidamente a la felicidad; otros en cambio, respondiendo casi la totalidad de la preguntas aun les cuesta comenzar el camino.

- ¿de qué depende eso? preguntó nuevamente Claudia.

Teresa con la serenidad que da la experiencia le respondió:

- Eso sólo depende de como haya sido la vida de la persona, una vida sana y sin dificultades tendrá pocas cosas que solucionar; una vida tormentosa y llena de dificultades tendrá que sanar muchas experiencias. Es por eso que solo cada persona que se atreve a comenzar este camino sabe hasta donde debe llegar.

- Manos a la obra, mi niña, comienza este bello camino, y si necesitas volver a verme aquí estaré dispuesta a apoyarte.

-Así será. Muchas gracias por su tiempo. Agradeció Claudia

Claudia, con las tres primeras tarjetas en su mano temblorosa, salió a paso lento de la habitación de la anciana queriendo leer lo que decían las cartas. Al pisar la sala de espera escuchó la voz de Samuel que le preguntaba.

- ¿Cómo te fue con la abuela? –

Claudia, en un silencio inocente dijo: - Creo que bien. -  

- ¿ahora que tienes que hacer? - preguntó con una sonrisa picaresca Samuel. –
Claudia no muy convencida dijo: - Responder los interrogantes que tienen estas tres tarjetas. -  

- ¿Ya sabes que dicen? interrogó Samuel. –

Con un insípido NO, respondió Claudia.

- Animo, Claudia, dijo Samuel, yo he visto a cientos de personas salir con la misma actitud que tú tienes ahora y después de responder los interrogantes cambian su animo y salen felices en busca de su propósito.

- te sugiero que vayas a esa mesa que esta debajo de ese árbol de mango y respondas tranquilamente sin afanes. Yo te espero el tiempo que sea para acompañarte hasta la casa de tu papá.

Claudia, cuando leyó el contenido de la primera carta, tomó la decisión de renunciar a su empleo, y vender todas las pertenencias que tenía en la ciudad y regresar a vivir a la granja de su padre para crear una empresa de productos orgánicos para la exportación.

Con la segunda carta, se dio cuenta que la faltaba creer en ella misma para lograr sus metas, además se dio cuenta que en el rompecabezas de su vida le faltaba una pieza para estar completa, la ficha faltante era un ser superior en quien creer. en ese instante recordó las enseñanzas de su abuela paterna e hizo una oración de acción de gracias sintiendo una profunda paz en su alma.

Con la tercera carta quedó impactada por que la retaba a buscar el amor de su vida, al leer este reto pensó inmediatamente en Samuel, quien había despertado el más grande amor en su vida y a pesar de los años permanecía intacto. Lo que la detuvo y puso a pensar fue que no sabía en qué situación sentimental se encontraba él.

Claudia, cómodamente sentada bajo ese frondoso árbol, pensó en abandonar la búsqueda y regresar a su vida normal, porque se sentía incapaz de cumplirlo, unos segundos después recordó la condición que le puso la anciana teresa para comenzar, y con un gigantesco suspiro se puso de pie y salió en busca de Samuel para cumplir ese tercer reto.

Cuando Claudia y Samuel alinearon sus cuerpos y sus miradas sin mediar palabra se dejaron llevar por la pasión entrelazando sus cuerpos derritiéndose de la emoción.

A partir de ese momento, Samuel y Claudia convirtieron la vereda cerro pintado en un gran centro de acopio de productos orgánicos para la exportación, y con el legado de Teresa, su casa se convirtió en casa estudio sobre la felicidad a nivel internacional que ha logrado transformar la vida de millones de personas alrededor del mundo.


Jaime Eduardo Aristizábal Álvarez

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