HISTORIA # 35
ETERNA SABIDURÍA
En un sábado frío y lluvioso de esos en que sólo provoca dormitar, Claudia, envuelta entre sus calentitas cobijas leyó un reportaje en la gaceta de su empresa que la despertó ipso facto, ya que hablaba sobre la existencia de una sabia y anciana mujer que albergaba el eterno secreto de la felicidad; leer este reportaje incrementó la curiosidad de Claudia, quien sin pensarlo dos veces revisó en el índice de la revista el nombre de la persona que había escrito este reportaje para contactarlo e indagarle más sobre esa misteriosa mujer.
Antes de rayar el alba del domingo,
y ya teniendo el nombre del cronista de la gaceta, Claudia, se levantó lentamente
de su lecho estirando su escultural humanidad trigueña, mientras se dirigía a
la bañera para disfrutar de su inmersión dominical, mientras permanecía
sumergida en el cálido y espumoso liquido pensaba en que le preguntaría a aquella
anciana cuando la tuviese en frente sobre la felicidad. Pasaron varias horas y
Claudia continuaba regocijándose en las tibias aguas de su bañera, mientras se
preguntaba cuál podría ser ese ingrediente que le haría falta para encontrar la
felicidad.
Al caer la tarde del domingo,
Claudia dejó escritas en una esquela de corazones rojos cada una de las
preguntas que con anhelo infinito quería que aquella anciana le respondiese
para lograr encontrar la felicidad que le ha sido esquiva desde que era una jovencita.
A las 5:45 a.m. sonó la alarma
del despertador de Claudia que rápidamente se acicaló quedando lista para salir
rumbo a su lugar de trabajo con la intensión de hablar con el autor del
reportaje que tiene volando su imaginación. Claudia, al llegar a la empresa se
encontró frente a frente con el director de la gaceta y sin dejarlo modular le
preguntó:
- ¿Quién es la persona que
escribió el reportaje sobre la anciana que tiene el secreto de la felicidad? –
El director, un poco asustado
por la intempestiva interrupción de Claudia, la invitó a ir a su oficina para
responderle con detalle su interrogante.
La respuesta sorprendió a la
inquieta mujer que no podía creer que la persona que escribió ese artículo era
su eterno compañero de escritorio, José Mora, quien usa un seudónimo para no ser
identificado porque quiere pasar inadvertido y así poder expresar sin temor sus más
profundos pensamientos.
Claudia, después de unos segundos
anonadada por la respuesta recibida, voló como una gacela en busca de José,
quien tenía el tesoro que ella quería saber para que su vida mejorara.
Cuando Claudia y José
entrelazaron sus miradas quedaron inmóviles por algunos instantes, mientras ella
organizaba las palabras para lograr obtener la mejor información acerca de la
señora que podría transformar su vida. José, sin titubear y sabiendo la
situación emocional de su amiga, le pasó los datos de la señora para que fuese
a visitarla y pudiera conocer sus grandes secretos que con toda seguridad le
servirían.
Cuando Claudia supo que la
anciana quien le daría el secreto de la felicidad vivía en un caserío cercano a
la granja donde vive su padre, inmediatamente se comunicó con su progenitor
para preguntarle si conocía la zona a donde iría el siguiente fin de semana;
para la tranquilidad de Claudia, su padre le respondió que él conocía la zona y
a todos y cada uno de sus habitantes; respuesta que alegró aún más a la bella
buscadora de la felicidad.
Ya sabiendo que su progenitor
conocía a la señora, Claudia, organizó su viaje para el viernes en la noche con
el propósito de conocer el secreto de la felicidad y compartir la noche del
sábado y la mañana del domingo con su padre a quien no veía hacía varios meses
por cuestiones de trabajo.
Siendo las 6:00 de la tarde en
punto del viernes, Claudia emprendió el recorrido por la estrecha y polvorosa
carretera que la llevaría a los brazos de su padre y a conocer la señora que
con su sabiduría le aportaría los secretos para alcanzar la felicidad.
Después de unas tortuosas y
polvorientas 4 horas de camino iluminadas por la fantástica redondez del astro nocturno,
por fin arribó Claudia a la casa de su padre, al verlo se fundieron en un profundo
y amoroso abrazo que duró algunos minutos. Luego, Joaquín, invitó a su hija a
un chocolate caliente con pastelitos de carne y pollo recién horneados; mientras
compartían la deliciosa merienda, Claudia, le preguntaba incesantemente a su
padre sobre la señora que le dará el secreto de la felicidad; Joaquín viendo la
necesidad de su hija comenzó diciendo:
- hija, la señora se llama
Teresa y vive en una humilde casita campesina pintada de rojo y blanco y
rodeada de un hermoso jardín con flores de múltiples colores, en la vereda detrás
del cerro pintado, ¿recuerdas donde es? Preguntó Joaquín.
- Por su puesto papi, en los
alrededores de ese cerro pasé mis mejores vacaciones de mi adolescencia y ahí
conocí el amor, o mejor dicho ahí me dieron mi primer beso.
Joaquín continuó diciendo:
- creo que es la abuela de un
tal Samuel, quien es el mayordomo de varias haciendas por esta zona.
- ¿Samuel? Preguntó
sorprendida Claudia
- sí, ya recordé que así se
llama ese señor. ¿Por qué te impresionó tanto su nombre? Volvió a preguntar
Joaquín. –
- No, por nada papi,
suspirando respondió Claudia. – dime ¿qué dice la gente de la señora Teresa?
Joaquín con la pausa que dan
los años, respondió:
- yo he escuchado que la
señora teresa tiene mas de 100 años y siempre está muy feliz, y por la cantidad
de gente que viene a visitarla cada fin de semana parece que si es así.
- ¡Super! Papi, eso es lo que
yo estoy necesitando desde hace muchos años, y quien iba a imaginar que la
respuesta estaba tan cerca.
Joaquín, algo inquieto preguntó
a su hija: - hija, ¿tú ya pediste la cita para hablar con doña Teresa?
- ¿Pedir cita? Gritó Claudia.
- claro, mi niña. esa señora
mantiene muy asediada y toca pedir cita con algunos meses de anticipación. –
Claudia a punto de llorar
dijo:
- ¿pedir cita con algunos meses
de anticipación? no puede ser, no puede ser, que estando aquí tan cerca no
pueda hablar con ella. Mañana muy temprano iré a su casa para ver si me puede
atender.
- Esperemos que así sea, susurró
Joaquín.
Cuando el astro rey asomaba
majestuosamente rompiendo la oscuridad sobre las montañas, Claudia despertó, y
viendo por los cristales de su habitación suspiró de alegría al ver como las
gotas del rocío mañanero se evaporaban creando unos multicolores visos al hacer
contacto con las espigas y las flores silvestres que rodeaban su casa.
Unos minutos más tarde cuando
el reloj despertador sonó, Claudia, se acicaló como su fuera a asistir a la más
importante reunión de su vida, luego buscó la esquela de corazones rojos donde
había escrito las preguntas para la señora Teresa; en ese momento su padre la
llamó para que se comiera un apetitoso desayuno con chocolate, huevos fritos, y
pan recién horneado que él le había preparado.
Con una gran ansiedad partió
Claudia a conocer el secreto de la felicidad, a la mitad del camino, un poco
sudorosa escuchó una voz que le recordó aquellas vacaciones juveniles que paso
en esas veredas, volteo a mirar y vio la silueta de un hombre enorme que con
sus manos le daba la bienvenida, Claudia un poco asustada parpadeó queriendo
identificar a aquel hombre que con unos cortos pasos se le acercaba. Estando a
unos 5 metros de distancia, Claudia sorprendida preguntó:
- ¿Samuel? –
Aquel hombre abriendo sus
corpulentos brazos y moviendo su cabeza verticalmente dijo:
- sí. soy yo, Samuel. - ¿me
recuerdas?
De los ojos de Claudia
salieron un par de diamantes que brillaban mientras recorrían sus pecosas
mejillas, para luego caer justo en la mitad de su escote abriéndose paso por
sus hermosos senos para deshacerse junto a su latente corazón.
Con la voz entrecortada,
Claudia contestó:
- nunca te he podido olvidar
mi querido Samuel, tú haces parte de los mejores momentos que he vivido en mi
vida, ahora que te tengo frente recuerdo esos bellos momentos vividos junto a
ti y que siempre han estado en lo más profundo de mi corazón.
- y tú ¿qué has hecho en todos
estos años? preguntó Claudia temblorosa. -
- Yo, nunca me he alejado de
estos parajes, he trabajado en las haciendas propiedad de los doctores que
viven en la capital, y ahora que a mi abuela está ayudando a tanta gente con
sus consejos acerca de la felicidad, estoy manejado su agenda, que aquí entre
nos, parece que fuera la agenda de un especialista por la cantidad de personas.
Asombrada al escuchar las
palabras de Samuel, Claudia se abalanzó a sus brazos para fundirse en un
profundo ósculo que duró varios minutos y les trajo los mas bellos recuerdos.
- Y tú ¿qué estás haciendo por
aquí en este tiempo? Interrogó Samuel. –
- no lo vas a creer. contestó
Claudia. -
- vengo a buscar a la señora
Teresa para conocer los secretos de la felicidad, y como no sabia que tocaba
pedir cita, voy con la confianza en que ella me podrá atender.
Con una sonrisa picarona, Samuel,
sacó de su mochila una libreta algo deteriorada y le preguntó a Claudia:
- ¿a qué hora quieres que te
atienda la señora Teresa? -
- Hoy mismo si es posible, respondió Claudia,
con sus ojos brillando de felicidad-
- Que casualidad ayer me
cancelaron la cita de las 9:00 am. ósea que si apuras el paso podrás hablar con
mi abuela ahora mismo.
El corazón de Claudia
palpitaba a mil por hora de la alegría, sus piernas largas se convirtieron en
las de un guepardo que la hizo llegar justo a tiempo a la cita.
Al escuchar su nombre, Claudia
se acercó a la puerta de la habitación donde estaba la señora Teresa, la cual
se abrió lentamente y dejando salir una melodiosa voz femenina que decía:
- buenos días en que puedo
ayudarte. – Adelante estas en un lugar seguro del cual te llevaras lo que tu
corazón necesite para ser feliz.
Claudia, con sus 5 sentidos en
alerta máxima comenzó a percibir a cada paso que daba una sensación
indescriptible de paz.
La pared del fondo tenia una
gigantesca vidriera que dejaba ver toda la espesura del bosque natural que
rodeaba aquel lugar, los paneles laterales de madera redonda sostenían algunos
estantes con libros de todas las formas, tamaños y colores, el piso brillaba
como un cristal reflejando las maravillas de la naturaleza, el techo de
tablilla sostenía algunos artefactos que al contacto con el viento generaban
melodiosos sonidos, y en el centro estaba doña teresa en su silla mecedora
jugueteando con el humo que salía de su cigarro.
Claudia, sorprendida por la
simpleza y belleza de la habitación volvió a escuchar la melodiosa voz de la
anciana. Dirigió su mirada hacia la diminuta humanidad de Teresa que solo le inspiró
ternura, vio su piel morena adornada con los profundos surcos que trae la edad,
sus brillantes y diminutos ojos negros dejaban ver la calidez de su alma, la
cabellera rebosante de hilos de plata recogida con una roída cinta, su boca
siempre sonriente dejaba ver su escasa dentadura, su vestimenta era sencilla y
limpia justa para su edad.
- ¿Cómo es tu nombre? ¿en qué
te puedo ayudar? – Ven siéntate a mi lado y hablemos un momento dijo Teresa
amablemente.
Claudia, poseída por una
tranquilidad que nunca había sentido, respondió:
- Soy Claudia Rodríguez y vine
hasta aquí para conocer el secreto de la felicidad.
La anciana permaneció en
silencio por unos instantes mientras miraba de pies a cabeza a Claudia y
trataba de recordar a quien se le parecía.
Claudia, rompiendo el silencio
dijo:
- Soy la hija de Joaquín y
Socorro, los vecinos de la vereda del frente. ¿los recuerda?
- ¡Por supuesto! que si los
recuerdo. - contestó la anciana. - Con
razón estaba recordando a quien te parecías. Tienes una familia muy especial.
¿lo sabias?
- Si señora, lo sé. -contestó
Claudia. – es por eso que quiero conocer la manera de ser feliz. –
- Ser feliz es muy fácil.
- dijo Teresa mientas hacia figuras con
el humo del cigarrillo.
- si es tan fácil ¿porque la
mayoría de las personas no somos felices? preguntó Claudia
Teresa con una tierna sonrisa
respondió:
- La están buscando en el
lugar equivocado, y creen que la felicidad está en poseer personas y cosas. Sabiendo
que la felicidad es un proceso, un camino el cual todos los seres humanos
debemos recorrer.
Teresa mirando a los ojos a
Claudia le preguntó:
¿Estás segura que quieres ser
feliz?
Claudia, algo molesta, contestó:
- Si no lo quisiera no habría venido hasta aquí-
- Está bien, siguió hablando
Teresa. – voy a comenzar el camino contigo con una condición.
- ¿Condición? dijo Claudia. –
- Sí, una condición, respondió
Teresa. –
- ¿cuál es esa condición? refunfuñó
Claudia.
- Muy sencilla, contestó Teresa.
– más que una condición es un reto, te reto a que no abandones tu búsqueda ante
el primer tropiezo.
-Acepto el reto, exclamó
Claudia. - cuando comenzamos
- Perfecto. Dijo Teresa. – revolviendo
unas cartas que tenían mensajes escritos en letra cursiva con visos dorados. vas
a tomar tres cartas de este montón y esos son los primeros retos.
- ¿Qué tengo que hace con esas
cartas? – preguntó Claudia
- En cada una de ellas
encontrara una prueba o una pregunta que debes pasar y/o responder, cuando las
tengas listas nos volvemos a ver para continuar. – respondió la vieja Teresa. -
- ¿Entonces debo volver? Preguntó
inquieta Claudia.
- Eso sólo depende de ti, respondió
con una sonrisa Teresa
- ¿cómo que depende de mí? Exclamo
Claudia.
- Así de sencillo es, mi
querida amiga. – respondió Teresa. Respondiendo esas preguntas y pasando esos retos,
tu misma sabrás cuanto te falta para ser feliz. Cuando hallas descubierto el
potencial que tu tienes en tu interior, sabrás cuando has comenzado el camino
hacia la felicidad.
- ¿Cuántas tarjetas debo responder?
-respondió inquieta Claudia. –
- No te sabría responder esa
pregunta. exclamó Teresa. Por que cada persona tiene diferentes situaciones que
debe conocer que le permite comenzar el camino a la felicidad. Te cuento que por
esa silla donde estas sentada han pasado cientos de personas, y escúchalo bien,
ninguna ha tenido que responder la misma cantidad de preguntas, algunos sólo
con la primera hacen clic con su propósito y se encaminan rápidamente a la
felicidad; otros en cambio, respondiendo casi la totalidad de la preguntas aun les
cuesta comenzar el camino.
- ¿de qué depende eso? preguntó
nuevamente Claudia.
Teresa con la serenidad que da
la experiencia le respondió:
- Eso sólo depende de como
haya sido la vida de la persona, una vida sana y sin dificultades tendrá pocas
cosas que solucionar; una vida tormentosa y llena de dificultades tendrá que
sanar muchas experiencias. Es por eso que solo cada persona que se atreve a
comenzar este camino sabe hasta donde debe llegar.
- Manos a la obra, mi niña,
comienza este bello camino, y si necesitas volver a verme aquí estaré dispuesta
a apoyarte.
-Así será. Muchas gracias por
su tiempo. Agradeció Claudia
Claudia, con las tres primeras
tarjetas en su mano temblorosa, salió a paso lento de la habitación de la
anciana queriendo leer lo que decían las cartas. Al pisar la sala de espera
escuchó la voz de Samuel que le preguntaba.
- ¿Cómo te fue con la abuela? –
Claudia, en un silencio inocente
dijo: - Creo que bien. -
- ¿ahora que tienes que hacer?
- preguntó con una sonrisa picaresca Samuel. –
Claudia no muy convencida
dijo: - Responder los interrogantes que tienen estas tres tarjetas. -
- ¿Ya sabes que dicen? interrogó
Samuel. –
Con un insípido NO, respondió Claudia.
- Animo, Claudia, dijo Samuel,
yo he visto a cientos de personas salir con la misma actitud que tú tienes
ahora y después de responder los interrogantes cambian su animo y salen felices
en busca de su propósito.
- te sugiero que vayas a esa
mesa que esta debajo de ese árbol de mango y respondas tranquilamente sin afanes.
Yo te espero el tiempo que sea para acompañarte hasta la casa de tu papá.
Claudia, cuando leyó el
contenido de la primera carta, tomó la decisión de renunciar a su empleo, y vender
todas las pertenencias que tenía en la ciudad y regresar a vivir a la granja de
su padre para crear una empresa de productos orgánicos para la exportación.
Con la segunda carta, se dio cuenta
que la faltaba creer en ella misma para lograr sus metas, además se dio cuenta
que en el rompecabezas de su vida le faltaba una pieza para estar completa, la
ficha faltante era un ser superior en quien creer. en ese instante recordó las
enseñanzas de su abuela paterna e hizo una oración de acción de gracias sintiendo
una profunda paz en su alma.
Con la tercera carta quedó
impactada por que la retaba a buscar el amor de su vida, al leer este reto
pensó inmediatamente en Samuel, quien había despertado el más grande amor en su
vida y a pesar de los años permanecía intacto. Lo que la detuvo y puso a pensar
fue que no sabía en qué situación sentimental se encontraba él.
Claudia, cómodamente sentada bajo
ese frondoso árbol, pensó en abandonar la búsqueda y regresar a su vida normal,
porque se sentía incapaz de cumplirlo, unos segundos después recordó la condición
que le puso la anciana teresa para comenzar, y con un gigantesco suspiro se puso
de pie y salió en busca de Samuel para cumplir ese tercer reto.
Cuando Claudia y Samuel alinearon
sus cuerpos y sus miradas sin mediar palabra se dejaron llevar por la pasión entrelazando
sus cuerpos derritiéndose de la emoción.
A partir de ese momento, Samuel
y Claudia convirtieron la vereda cerro pintado en un gran centro de acopio de
productos orgánicos para la exportación, y con el legado de Teresa, su casa se convirtió
en casa estudio sobre la felicidad a nivel internacional que ha logrado transformar
la vida de millones de personas alrededor del mundo.
Jaime Eduardo Aristizábal Álvarez
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