BOCADO SATELITAL
En
una de esas estaciones difíciles, que todo ser salvaje pasa en alguna etapa de
la vida, Lucrecia, la jirafa mayor de la manada, en un desespero por conseguir
alimento en la sabana, mordisqueaba arriba, en el medio y arriba de los escasos
arbustos que encontraba a su paso. Lulú: mami, mami, tengo mucha hambre. gritaba
la última en llegar a este mundo. Lucrecia: tranquila mi hijita, por que pronto
estarás comiendo un apetitoso alimento, Lulú: no aguanto más, voy a morir de
hambre, Lucrecia: si confías, y pides al creador, puedes estar segura que hoy
comeremos algo delicioso. Así pasaban las horas y la manada de hambrientos y estilizados
artiodáctilos caminaban por la planicie sin encontrar alimento suficiente para
calmar su voraz apetito.
Unos
minutos antes del ángelus, la intrépida líder de manada, divisó como la máxima redondez
del astro nocturno se abría paso entre los escasos nubarrones. Lucrecia: ¡cómo
está de hermosa la reina de la noche!, además de bella se ve muy apetitosa, que
rico sería poderla morder, Lulú: mami, mami, mira como esta de gorda la luna,
parece un gran bizcocho, Lucrecia: es cierto mi hijita, a mí se me hace agua la
boca viéndola, Lulú: está tan hermosa y enorme que sólo con un mordisco yo quedaría
repleta, Lucrecia: vamos a ver si la alcanzamos a morder, Lulú: eso sería lo máximo
mami.
En
los últimos instantes de la tarde, ya con la oscuridad dominando la planicie,
Lucrecia, con su sistema digestivo completamente vacío y un desespero creciente
al ver a su manada hambrienta, zumbó y estiro al máximo su esbelto cuello,
logrando mordisquear varias porciones con la extrema habilidad de su labio
superior prensil y los corpulentos molares la redondez del luminoso cuerpo
celeste; quedo extasiada con la delicia que estaba degustando, además, calmó
satisfactoriamente la agonía de su impaciente torre. (manada de jirafas)
Lulú:
¡que delicia esta comida mami!, tenías razón cuando dijiste que comeríamos algo
delicioso hoy, Lucrecia: te diste cuenta que, si confiamos en el creador, El,
nunca nos abandona y siempre nos provee de alimento, Lulú: así es mamá, gracias
por enseñarme a creer.
Esa
noche, la manada descansó plácidamente con su sistema digestivo haciendo su
trabajo. A partir de ese momento, todos los integrantes de la manada confiaron
en la dirección de Lucrecia y agradecían cada mordisco que daban a sus alimentos.
MORALEJA: el agradecimiento
trae buenos dividendos a quienes tienen la costumbre de hacerlo.