RUBICUNDO
RESURGIR
En
una solitaria y paradisiaca ribera, de caucásicas y melodiosas arenillas, en el
borde más septentrional de mi patria; se agiganta con unigénita magnificencia
una airosa datilera; que disgrega con esplendor sus suculentas bifurcaciones,
procurando calafatear el aristocrático ocaso azafranado. Al divisar este
alucinante paisaje, mis vellosidades se encrespan vertiginosamente, generando
en mí un deleitoso efecto jubiloso.
Con
el pasar de los minutos, deleito mis alocados ocelos, mientras galopo
exquisitamente cual jinete, encaramado en mi caprichosa hamaca albina, atisbando
como las placidas aguas del aturquesado ponto, reflejan el coqueto paisaje
engendrando una sanguínea panorámica, digna de ser disfrutada en una eterna
concomitancia.
Segundos
antes de la atestada penumbra, inmigró ella, dispuesta a compartir conmigo sus
más concupiscentes caprichos. Esa inolvidable noche, fue nuestra más ferviente
faena amorosa, postrados en aquella memorable tumbona.
Jaime
Eduardo Aristizábal Álvarez
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