jueves, 12 de agosto de 2021

 

POLICROMATICO LLAMADO

En el ombligo de un insondable barranco, ornamentado por el combate de un par de árboles espadachines, pende un quebradizo viaducto, manufacturado con anémicas cuerdas trinitarias y temblorosos tablones rectangulares. Allí, de pie, acecha Luis, un hombre de contextura media, tímido, inseguro en el amor, soñador empedernido, con manos talladas y piel caucásica, divisando la inmensidad de las coloridas cataratas, que lo separan de la metrópoli donde habita el ser que ama. (¿Dónde estás mi amor? ¿te encontraré así sea lo último que haga en mi vida) desde esa privilegiada posición, Luis fantasea, con enganchar un taumatúrgico columpio, forjado con un par de cordeles de oro, suspendido de los cachos lunares, para revolotear sobre la masa acuosa y divisar desde la inmensidad de la zarca atmosfera, cada calle de la urbe para hallar a su escurridizo amor.

Luis, entona su balada favorita, yo te encontraré no habrá sitio en el mundo, donde te escondan te hallaréyo te encontraré, porque eres mi destinoaunque seas la aguja en el pajaryo te encontraré… (canción te encontraré autor Edgar Ricardo Arjona Morales), mientras encausa sus entristecidos y acaramelados ocelos, hacia la cúspide del principesco géiser, que esconde a sus espaldas el descolorido ocaso del jerarca diurno. La imponente apófisis rocosa, adorna majestuosamente la iluminada metrópoli, donde hallará, a como dé lugar su postrero flechazo de cupido.  

Cuando la penumbra se apoderó del sublime ecosistema, Luis, ensanchó sus indemnes bronquios y prosiguió su enamoradizo rastreo. Al tocar con las plantillas de sus incomodos coturnos, el pavimento de la incomprensible ciudad, Luis, exhaló con abismal alegría una avalancha   de apasionados vocablos, que se percibieron con claridad en cada arista de la localidad. Después de incontables rotaciones de las manecillas del cronógrafo, sin haber obtenido éxito alguno, Luis, exhausto cayó de rodillas en medio de una desértica ágora, mirando con desasosiego el frontispicio de una liliputiense ermita, de la que afloraba una pegajosa melodía que inundó sus conductos auditivos Cuánto he esperado este momento cuánto he esperado que estuvieras así,  cuánto he esperado que me hablaras,  cuánto he esperado que vinieras a mí… … yo sé bien lo que has vividosé también, por qué has lloradoyo sé bien lo que has sufrido pues de tu lado no me he ido (canción: nadie te ama como yo. Autor: Martin Valverde) generando un océano de cristalinas podagras que rodaban por sus pómulos hasta caer en su sudorosa camisa albina.

Al concluir la electrizante tonada, Luis, se dirigió con lento andar, a conocer el génesis de tan cautivante melodía. Estando en el recuadro de acceso, sus ojos se enceguecieron por una paralizante luminosidad, que invadió su humanidad por algunos instantes. Luego sus distraídos pabellones auditivos se colmaron con sublimes palabras. Voz:  bienvenido a mi casa, te estaba esperando, EL: ¿Quién eres? y ¿por qué me estas esperando? Voz: Yo soy el que soy, y te he llamado muchas veces, El: ¿Me has llamado muchas veces? ¿Cómo lo iba a saber si no te conozco? Voz: tu no me conoces, es cierto, pero yo te conozco desde antes que tus padres te engendraran, y te necesito, El: ¿me necesitas? ¿para qué me necesitas si soy un perdedor? Voz: Tú, no eres un perdedor, es más, yo te elegí para que trabajes para mí, El: ¿trabajar para ti? ¿Cómo sería eso? Voz: por eso te traje hasta este lugar con hilos de amor, tú estás en busca del verdadero amor, y yo soy tu verdadero amor, El: ¡no puede ser!, ¡no puede ser! ¿quién es usted? Voz: Yo, Soy el que Soy, ósea, en palabras humanas, Yo soy Dios y te necesito aquí, El: si usted es Dios, ¿cómo lo puedo confirmar? Voz: Tu no necesitas confirmar nada, yo te traje aquí y si abres tu corazón lo entenderás, El: ¿abrir mi corazón? Ya lo he abierto muchas veces y siempre salgo perdiendo, no quiero más de eso, Voz: todo lo que has dicho es cierto, porque le has entregado tu corazón a la persona equivocada, en cambio yo, siempre te he amado, siempre te amaré y nunca te abandonaré, El: ¿Qué tengo que hacer?

Han pasado ya varios quinquenios, y Luis, sometió su corazón a la persona del Yo Soy, metamorfoseándose en un apasionado emisario de su mensaje.

Jaime Eduardo Aristizábal Álvarez


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