MI INTRÍNSECO LIENZO BLANQUINEGRO
Cuando el sediento paralelogramo impoluto, se congela frente a mis
empalagosos ocelos, una jauría de esquemas aterriza en mi lóbulo frontal, dando
a luz una metáfora de mi interior. El caprichoso y albino recuadro donde plasmo mis frutos
estéticos es, el hechicero firmamento por donde navegan mis sempiternas
extravagancias. El follaje del aguafiestas almanaque, cae inevitablemente escamoteando
mis cicateros instantes de inspiración, embriagando el rebaño de mis dilemas
creativos. Paso a paso, los prietos mamarrachos esquematizan el lacustre
ecosistema donde mis posaderas se apoyaban en una *banca solitaria* a la espera
de su anacoreta aparición. La taumatúrgica mixtura
del lechoso telón, con el bruno torrente del grafito donjuán es, el inverosímil
zambombazo que amamanta mi evolutiva creatividad. Cuando los ingenuos
trazos de apertura, fecundan la blancura del intrépido paño, en la profundidad
de mi capacidad intelectual navega una constelación de postulados creadores. La pitonisa palidez
del inmaculado lino es, la matriz donde ronronean los inocentes cigotos de mi
inventiva, antes de ser alumbrados. Un conglomerado de *árboles marchitos* ya no recibe el ejercito de
seres alados, haciendo que el bullicioso silencio se refleje en el atolondrado
espejo de agua. Cada cazcarria engendrada en el albuginoso tejido por el
azabache pigmento es, el génesis de mi numen de mi desabrida inspiración. La enamoradiza
*neblina* acaricia con saña la ribera septentrional del *lago* donde germinó
nuestro licencioso affaire. Esa apetitosa y silenciosa franela virgen es, la mimosa
cementera donde propago los embriones de mi imaginación. Las enclenques
ramificaciones huérfanas, gimotean con desespero a Eolo, para urbanizar los
nidales vacantes y así hermosear con melodiosas tonadas del descolorido habitad.
Los exigentes ocelos que atisban el inacabado recuadro, excitan el sistema
neuronal de sus poseedores, permitiendo una diáspora de críticas. Ese postrero
recodo sin fecundar por el tizón, es la inescrutable guarida donde zambuco mis
paradigmas innovadores. La exuberante simplicidad de la pintura, atrae a los desprevenidos
forasteros aguijoneando sus entrañas, incitándolos a navegar en sus
reminiscencias.
Jaime Eduardo Aristizábal Álvarez – Colombia.
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