INOPORTUNO CAOS NOCTURNAL
La
altanera y bulliciosa oscuridad de mis reminiscencias es, la ambrosia que
gluglutea a la par por mis hipérboles encefálicas colmando de disyuntivas mi existencia. El energúmeno y frígido itinerario de las saetas del cronógrafo es,
la infusión analgésica nocturna que mantiene sereno mi sistema neuronal, que es
bombardeado por una manada de coléricos apotegmas. El ácido pasar de las horas, embriagándome con un cardumen de
astros titilantes es, la confirmación del diagnóstico que sustenta mi
permanencia en esta sombría prisión. La
forajida *noche* sepulcral que cacarea en mi entorno es, el ponzoñoso dardo
lanzado por los libidinosos suvenires de su epidermis. Entre el espeso y tiznado soto, navegan cacareando un centenar de
reminiscencias de los instantes donde deje bullir mis más concupiscentes deseos
junto a ella. El ciclópeo e irascible *bosque* de
mis dudas es, el debilucho fundamento que rebuzna entre mi liliputiense juicio
*de persona solitaria* en busca de amparo. La delgada línea que me separa de la
*luz en el horizonte* es la meta que cada *noche* me reta a permanecer en
castidad. En la ribera del zigzagueante y lóbrego
sendero, aterriza una piara de haces luminosos que se entremezclan creando una
indisoluble impronta en mis apostemadas entrañas. Mi
desgarrado corazón gelatinoso es, la diana donde cupido inserta sus
enamoradizas ballestas generando en mi un caótico deleite. Mi holgazana
expectativa por volver a recorrer su longilínea figura es, ese veneno que
grazna por mi serpenteante sistema arterial, haciéndome implosionar de murria. El extemporáneo enjambre luminotécnico, perturbó el caudaloso fluir
de las horas, engendrando instantes después, una irreverente alborada. La azulada e insípida sombra del enjambre de mis libidinosas
fantasías es, el desafío que asumo cada crepúsculo para lograr que ella, en la
alborada, ronroneé erógenos fonemas cerca a mis hambrientos pabellones
auditivos.
*Jaime Eduardo
Aristizábal Álvarez – Colombia*
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