INCANDESCENTE CONFLUENCIA
La provocativa e hipócrita penumbra, acariciaba nuestras
concupiscentes apetencias, engolosinando las sicalípticas fantasías, que
navegaban entre las albinas e apetitosas frazadas del paradisiaco tálamo. La escalofriante
oscuridad que me incita a ronronearle al oído es, el mástil donde se izan mis
más desaforados sueños. El tic tac del enloquecedor cronógrafo, retumbaba en las bulliciosas
tinieblas de nuestro refugio amatorio, suscitando una ferviente apetencia de
amalgamar nuestras esencias hasta convertirnos en una sola carne. La
embriagadora tonalidad del brebaje del agracejo, en su huracanado itinerario
enloquece cada fagocito de mi tracto digestivo, provocando una estranguladora
resaca. El
irreverente néctar embriagador contenido en el estilizado cáliz es, el
silencioso alcaloide que susurra cada ocaso, en mis papilas gustativas,
tentándome a sucumbir ante sus encantos. Las excitantes paginas amarillentas del texto enólogo, son devoradas
por la inquietud de mis impacientes neuronas. La indescifrable seducción de la
enología es, la irreverente piedra de tropiezo donde colisionan mis debiluchas ansias
de tenerla en mi regazo. Los indefensos maderos son abrasados por las alocadas flamas,
arrebatándoles su fortaleza hasta convertirlos en pulverulentas pavesas. La iracunda
llamarada, que busca someter los dominios de la oscuridad mastodonte es, el
bálsamo que aquieta mis traviesos y pletóricos aforismos. En
tanto que consumíamos el exquisito tinto, mis tímpanos vibraron con una
antiquísima melodía que entonaba mi abuela ♫…♪…Yo me voy para el monte
mañana ♫…♪… yo me voy a cortar leña verde ♫…♪… para hacer una hoguera y en
ella ♫…♪… y en ella echar a quemar tu cariño ♫…♪… (canción: cenizas al viento.
Compositor José A. Morales) El chispeante resplandor de los leños ardientes es, la ambrosia
que aviva mis reminiscencias, de aquellas anualidades en la morada paterna. Con cada ocaso
invernal, atizar el fuego de la impaciente almenara, era obligatorio para
procrear el ámbito exacto, para desfogar la encolerizada sensualidad que
fallecía con la indiscreta alborada. El chocarrero recorrido del intoxicante
morapio por nuestro torrente sanguíneo, atosiga mi polifagia de custodiar sus
jurisdicciones de riesgo con mis transgresoras palmas. La traslucida
crátera que envuelve al exquisito morapio es, mi fiel camarada en los gélidos
crepúsculos de la afrodisiaca orfandad. Cuando el tiempo se escurre entre las sábanas de nuestro lecho mancebo,
nos reintegramos a la amarga verdad en la que se perpetúa nuestra
existencia.
Escribes muy bonito;tienes ese don de escribir y no necesitas rebuscar palabras porque ya las tienes.
ResponderEliminarExcelente prosa!
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