miércoles, 13 de julio de 2022

 


PUNTO DE QUIEBRE

Los albinos e interrumpidos trazos divisorios de la rectilínea arteria automovilística, motivan los apasionados deseos de los conductores de culminar su perturbadora travesía y aguijonean sus entrañas con la cicuta de la soledad. El enfilado pelotón de árboles colorados acicala con esbeltez los confines de la bien pavimentada carretera internacional. Recuerdo con claridad el caer de la tarde de ese miércoles trascendental que revolucionó por siempre mi existir. Conducía yo, mi atortugado vehículo modelo 1970, a mi lado viajaba ella (la doncella que emancipó mi corazón e insufló jubilo a mis amargosas entrañas) íbamos rompiendo la monotonía disfrutando de nuestra más inolvidable melodía, Mi amiga, mi buena amiga Mi amante niña, mi compañera quisiera contarle al mundolo que es tenerte, la noche entera … y recorrer tus caminos tu vientre fino, tu piel de seda … y el paisaje de tu pelo  Sobre mi almohada y tu boca fresca… (compositores: Néstor Horac Bernis y Ricardo Ber Rodríguez) que hacía aterrizar en mi cocorota un enjambre de reminiscencias que, permitieron no percibir el iracundo paso del tiempo. Habían pasado ya doce somnolientas horas de viaje, y frente a nuestros candorosos ojos se desperezaba un gigante de piedra que peleaba enfurecido con la artillería de los pintoreteados cúmulos que le rodeaban. De repente, sin avisar brotó frente a nuestros amodorrados ojos, una resplandeciente claridad, que encegueció por completo la panorámica de la vía.

Luego del exorbitante impacto, mi coche fue encontrado estripado cual uva pasa, al borde de un policromático vergel; mi cuerpo flotaba en el verdor del césped en el ombligo de una encantadora arboleda. Cuando desperté atontado, quise saber dónde estaba ella, hice una observación minuciosa por todo el lugar sin lograr hallarla; Intenté comenzar a caminar dándome cuenta que mis extremidades tenían un sinnúmero de fracturas que me impedían caminar. (¡¡¡hijo de puta!!! ¡no puede ser! Imposible que este fracturado en medio de la selva ¿ahora qué pasará conmigo? me comerán las fieras ¡no puede ser!) Tras un par de desesperadas horas, las estridentes licuadoras de la policía alentaron a mis cuerdas vocales a bramar pidiendo ser rescatado (¡Auxilio!, ¡socorro!, aquí estoy, por favor miren para este lado) El momento en que los entrenados caninos del cuerpo de bomberos me hallaron, fue el más jubiloso de mi vida. Fui trasladado al centro asistencial más cercano, donde pasé unas aburridas vacaciones de casi un mes. Ella, nunca fue encontrada, los estamentos de rescate la dieron inicialmente por desaparecida y luego por fallecida. Los moradores de la zona contaron que, en ese mismo lugar, la tierra se había tragado a miles de personas, y que sus cuerpos nunca han sido hallados.

Han pasado varias anualidades y precisamente hoy, mis vellosidades se izaron al recordar ese funesto acontecimiento. Mi vida se fracturó en aquel viaje y sus cicatrices aún continúan doliendo y recordándome ese momento crítico para mi bienestar Psico-afectivo.

*Jaime Eduardo Aristizábal Álvarez – Colombia*

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