*PINTORESCA
CABELLERA ARBOREA*
En
un ambiguo domingo de agosto, durante mi imperdonable episodio de ejercicio matutino,
por las serpenteantes aceras de mi folclórico terruño; desprevenidamente me
tropecé, con el paredón limítrofe, de la arista norteña del ágora principal, allí
estaba ella, la dama poseedora de la más surrealista cabellera, que mis
experimentados ocelos hubiesen visto jamás; una ubérrima buganvilia
(bougainvillea) morada, que desvalijaba ilegalmente las visiones desprevenidas
de los transeúntes. Ante semejante espectáculo, mis indiferentes vellosidades
se izaron por los calurosos aires, generando en mí una agigantada exaltación,
que congeló por algunos instantes la plenitud de mi ser. Cuando regresé de la instantánea
hibernación, mis cuerdas vocales, exhalaron un picaresco interrogante. Yo:
¿Quién eres tú? Esa interpelación fue contestada sin demora, entonada como un susurro
de una melodiosa voz femenina, que penetró placenteramente por mis conductos
auditivos, escuchándose con serenidad al alrededor de mi metro cuadrado cercano.
“No digas nada, no preguntes nada.
Cuando quieras hablar, quédate mudo:
que un silencio sin fin sea tu escudo
y al mismo tiempo tu perfecta espada.
No llames si la puerta está cerrada,
no llores si el dolor es más agudo,
no cantes si el camino es menos rudo,
no interrogues sino con la mirada.
Y en la calma profunda y transparente
que poco a poco y silenciosamente
inundará tu pecho de este modo,
sentirás el latido enamorado
con que tu corazón recuperado
te irá diciendo todo, todo, todo.”
(“Silencio” autor: Francisco Luis
Bernárdez)
Yo:
No entiendo lo que me dices, ¿Qué tiene que ver ese bello poema, de mi poeta
predilecto con la pregunta? Ella: En el silencio encontraras la respuesta a ese
arsenal de preguntas que cabalgan por tu cabeza, Yo: ¿Cómo sabes que tengo esos
interrogantes? Ella: soy una de las imágenes bellas de tu alma, por eso es que
lo sé, Yo: ¿así de bella es mi alma? Ella: soy sólo una de las ellas, Yo: ¿Qué
debo hacer entonces? Para responder esas maldecidas inquietudes, Ella: vas por
buen camino, no te dejes desviar de tu propósito, te vuelvo a repetir, en el
silencio encontrarás las respuestas, Yo: me emociona lo que me dices, sin
embargo, tengo mucha ansiedad, ayúdame, Ella: continua por ese sendero que hace
poco transitas y a su debido tiempo, cuando estés preparado, encontraras
personas que te apoyarán, Yo: si no hay otra solución, perseveraré en este
objetivo, Ella: ¡ánimo! estas a pocos pasos de logarlo, tranquilo, ya sé, me
preguntarás ¿Cuántos pasos? En el justo momento lo sabrás, Yo: listo, así será.
Han
corrido varias desquiciadas quincenas, de transformadoras conversaciones
matinales con la dama de la frondosa pelambrera arborescente, y aún mi
archipiélago de inquietudes no ha terminado.
Jaime
Eduardo Aristizábal Álvarez – Colombia.
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