miércoles, 13 de julio de 2022

 


*MELANCÓLICA INDAGACIÓN PANORÁMICA DE LA GRISÁCEA URBE*

En la vanidosa cúspide del rascacielos más encumbrado de la metrópoli, embargado de una desmesurada murria, Elías Tobón, un bisoño chaval de estatura media, soñador empedernido, piel morena, ojos esmeraldados y recordado por las chicas por su sutil galanteo; (depresivo con tres intentos de suicidio) permaneció firme como soldado, frente a la vidriera que autorizaba una suculenta divisa sobre la inmensidad del hábitat citadino. (¿Qué será de mi vida en los próximos días? ¿podré salir de esta aburrición?)  Con el pasar de las horas, Elías Tobón, rumiaba el propósito de su existencia, al yuxtaponerse el achacoso ocaso con las centelleantes luminarias de la ciudad, el archipiélago de neuronas del joven revoleteaba furiosamente incitándolo a volar.

Cuando la galopante oscuridad, saturó con su esencia la vastedad del cosmos, las neuronas de Elías Tobón, hicieron sinapsis con la melodía Aquí estás otra vez en cada parte de mí es que no puedo olvidarte ni siquiera un instanteyo que todo entregue a ese amor que no fue … (compositor e interprete Franco de Vita) mientras estaba anonadado disfrutando de los acordes, sintió una arrullante carantoña que lo sacó, ipso facto, de su narcotizante letargo. [febrero 22 de 2022, 16:40 horas, un espeso y negruzco nubarrón galopa sobre las techumbres de las construcciones al occidente de la bella villa, advirtiendo un descomunal aguacero; yo transcribiendo estas líneas y contemplando el parsimonioso transitar del insolente cirrostrato azabache, suspiro para que se desgrane en otro lugar de la ciudad] La propietaria de esas incitantes manos era Lucia Estrada, (la única mujer que ha entendido la patética situación de Elías Tobón) una jovencita con una trentena de kilos en exceso, un enjambre de acné en sus pómulos, voz melódica, cabello rizado, coeficiente intelectual sobresaliente, ojos negros, piel caucásica y un molesto aparato de ortodoncia en  su dentadura. Ella: ¡Hola! ¿Qué haces aquí amor? Te estaba buscando, El: ¿eres tú? ¿Qué quieres? Ella: hablar contigo, El: en este instante, no tengo nada que hablar contigo, Ella: ¿estás seguro? El: claro, vete de aquí, y déjame pensar, talvez más tarde te busque, Ella: está bien, piénsalo bien, antes de hacer una locura. Lucia Estrada, descendió de la edificación con un inoportuno nudo en la garganta y con ansias de regresar, sin embargo, ella estaba segura que él, el amor de su vida, la buscaría antes de terminar el día.

Al rayar el alba, Elías Tobón, permanecía in situ, extasiado con las impresionantes cuchilladas que inyectaba el astro en las entrañas de la oscuridad. Escapó de la coquetona hibernación en que se encontraba. Lucia Estrada, despertó estremecida en su penoso camastro de célibe, (¿dónde estás amore mío? Ojalá que no haya hecho alguna locura, donde quiera que estés yo te encontraré, tenlo por seguro) miró el despertador enmudecido y se inventó una atrevida cabriola para llegar a la ducha, para encaminarse en búsqueda de su caballero andante. Elías Tobón, se descolgó de la cúspide por las zigzagueantes escalinatas, arribando extasiado a la primera planta, donde encontró la desproporcionada figura de la mujer que lo mantenía con ánimos de vivir. Ella: te estuve esperando toda la noche, ¿dónde estuviste? El: permanecí en el mismo lugar donde me dejaste ayer, Ella: ¿Qué quieres hacer ahora? El: solo dame un abrazo.

 La heteróclita yunta, retornó de inmediato a su ciudad natal y ha permanecido fusionada, hasta la fecha, por una caudalosa pasión, generado una desmesurada celotipia en muchas de las parejas moradoras del encantador terruño andino.

*Jaime Eduardo Aristizábal Álvarez – Colombia*

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