*MELANCÓLICA
INDAGACIÓN PANORÁMICA DE LA GRISÁCEA URBE*
En
la vanidosa cúspide del rascacielos más encumbrado de la metrópoli, embargado
de una desmesurada murria, Elías Tobón, un bisoño chaval de estatura media,
soñador empedernido, piel morena, ojos esmeraldados y recordado por las chicas
por su sutil galanteo; (depresivo con tres intentos de suicidio) permaneció
firme como soldado, frente a la vidriera que autorizaba una suculenta divisa
sobre la inmensidad del hábitat citadino. (¿Qué será de mi vida en los próximos
días? ¿podré salir de esta aburrición?) Con
el pasar de las horas, Elías Tobón, rumiaba el propósito de su existencia, al
yuxtaponerse el achacoso ocaso con las centelleantes luminarias de la ciudad,
el archipiélago de neuronas del joven revoleteaba furiosamente incitándolo a
volar.
Cuando
la galopante oscuridad, saturó con su esencia la vastedad del cosmos, las
neuronas de Elías Tobón, hicieron sinapsis con la melodía ♫…♪…Aquí estás otra vez ♫…♪… en cada parte de mí
♫…♪… es que no puedo
olvidarte♫…♪… ni siquiera un instante♫…♪… yo que todo entregue ♫…♪… a ese amor que no
fue ♫…♪… (compositor e interprete Franco de Vita)
mientras estaba anonadado disfrutando de los acordes,
sintió
una arrullante carantoña que lo sacó, ipso facto, de su narcotizante letargo.
[febrero 22 de 2022, 16:40 horas, un espeso y negruzco nubarrón galopa sobre
las techumbres de las construcciones al occidente de la bella villa, advirtiendo
un descomunal aguacero; yo transcribiendo estas líneas y contemplando el
parsimonioso transitar del insolente cirrostrato azabache, suspiro para que se
desgrane en otro lugar de la ciudad] La propietaria de esas incitantes manos era
Lucia Estrada, (la única mujer que ha entendido la patética situación de Elías
Tobón) una jovencita con una trentena de kilos en exceso, un enjambre de acné
en sus pómulos, voz melódica, cabello rizado, coeficiente intelectual
sobresaliente, ojos negros, piel caucásica y un molesto aparato de ortodoncia
en su dentadura. Ella: ¡Hola! ¿Qué haces
aquí amor? Te estaba buscando, El: ¿eres tú? ¿Qué quieres? Ella: hablar
contigo, El: en este instante, no tengo nada que hablar contigo, Ella: ¿estás
seguro? El: claro, vete de aquí, y déjame pensar, talvez más tarde te busque,
Ella: está bien, piénsalo bien, antes de hacer una locura. Lucia Estrada,
descendió de la edificación con un inoportuno nudo en la garganta y con ansias
de regresar, sin embargo, ella estaba segura que él, el amor de su vida, la
buscaría antes de terminar el día.
Al
rayar el alba, Elías Tobón, permanecía in situ, extasiado con las
impresionantes cuchilladas que inyectaba el astro en las entrañas de la
oscuridad. Escapó de la coquetona hibernación en que se encontraba. Lucia
Estrada, despertó estremecida en su penoso camastro de célibe, (¿dónde estás
amore mío? Ojalá que no haya hecho alguna locura, donde quiera que estés yo te
encontraré, tenlo por seguro) miró el despertador enmudecido y se inventó una
atrevida cabriola para llegar a la ducha, para encaminarse en búsqueda de su
caballero andante. Elías Tobón, se descolgó de la cúspide por las zigzagueantes
escalinatas, arribando extasiado a la primera planta, donde encontró la
desproporcionada figura de la mujer que lo mantenía con ánimos de vivir. Ella:
te estuve esperando toda la noche, ¿dónde estuviste? El: permanecí en el mismo
lugar donde me dejaste ayer, Ella: ¿Qué quieres hacer ahora? El: solo dame un
abrazo.
La heteróclita yunta, retornó de inmediato a
su ciudad natal y ha permanecido fusionada, hasta la fecha, por una caudalosa
pasión, generado una desmesurada celotipia en muchas de las parejas moradoras
del encantador terruño andino.
*Jaime
Eduardo Aristizábal Álvarez – Colombia*
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