miércoles, 13 de julio de 2022

 

LEEDORA IZADA EN PELIRROJO CREPUSCÚLO

En un ruborizado atardecer de abril, en medio de un huraño y paradisiaco escondrijo del litoral atlántico; una pubescente y agraciada lectora, se extasía con la lectura de la obra cumbre de su hacedor literario predilecto, montada plácidamente en su añorado balancín, suspendido de los fornidos ramajes de un vetusto árbol, por un par de cepos trinitarios. Mientras atraviesa sus verdolagas pupilas por los militarizados renglones, una pigmea ave cantora, se posa en el lomo del ejemplar literario, dejando a disposición del entorno su sinfónico cantar. La chica al escuchar la sinfonía alada, se enclaustró en sí misma, dejando que los melodiosos acordes inundasen por completo sus conductos auditivos.

Con el paso de los minutos, ella, retorna a la realidad y atisba sobre el ensimismado piélago, la bulliciosa marcha de una constelación de seres alados que cabalgaban sobre el ensangrentado ocaso. En la lejanía, el decrépito astro aterrorizado se esconde tras un mediocre y trigonal otero, permitiendo que los tentáculos de la oscuridad abracen pícaramente las corpulentas complexiones de la multitud de cirrostratos.  

Cuando la asesina oscuridad logró su objetivo, la doncella descendió de su preciado vehículo, regresando a su habitáculo para alistar su apetitosa merienda y aterrizar en su célibe nido. Esta apolínea rutina crepuscular se itera diariamente. Ella, continúa esperando la comparecencia del idealizado personaje, con el que pueda protagonizar una inolvidable novela romántica.

Jaime Eduardo Aristizábal Álvarez – Colombia 

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