RECUERDOS QUE TOCAN EL ALMA
Por allá a inicios de la década de los años cuarenta, un
treinta y uno de enero, en el cafetero municipio de Neira, llegó a este mundo
una pequeña niña, a hacer parte de una numerosa familia descendiente de
migrantes alemanes, que llegaron huyendo de la persecución, y se asentaron en
el paradisiaco y montañoso departamento de Caldas, en el ombligo de mi bello
país, Colombia. Ella con su sobrenatural ternura, fue creciendo haciendo parte
importante de su tradicional familia. Su espíritu sereno y conciliador, la
llevó a robarse el corazón de todos los integrantes de la familia. Su juventud
la paso en la sociedad de la ciudad de las puertas abiertas, como es llamada
por sus habitantes la paradisiaca ciudad de Manizales.
Aquí escribiendo estas líneas, llegan a mi mente un
cardumen de recuerdos de TATA, así era como la llamábamos de cariño. Ella, dueña de una agradable figura de contextura
mediana, inteligencia natural, piel caucásica, elegantes peinados, vestía con
elegancia, por sus poros brotaba amor puro, sus ojos claros reflejaban la
pureza de su alma y de sus suaves manos surgían infinidad de postres para
deleite de toda la familia.
Para iniciar, recuerdo esas jornadas en las que
cariñosamente nos daba la comida cuando éramos unos niños, inventándose
historias para que nosotros aceptáramos con agrado los alimentos. A medida que
voy escribiendo continúan aterrizando en mi cabeza, gratos recuerdos de los
momentos vividos con ella. Vienen a mi mente algunas trascendentales preguntas
como ¿Por qué una persona tan especial no pudo formar una familia? La respuesta
a este interrogante me hace viajar en el tiempo a mi casa en Bogotá, donde
compartimos algunos momentos con el único novio que le conocí, que esta es la
hora que no sé por qué se fue para nunca volver.
Con muy especial afecto recuerdo como si hubiese sido
ayer, ese mueble de fina madera, donde permanecía guardado aquel maletín de
rayas rojas y negras, donde empacábamos los vestidos de baño, para ir a la
piscina del club Manizales, ese era uno de los planes más divertidos que hacíamos
durante esos días.
Con el pasar de los minutos, siguen llegando a mi mente un
centenar de recuerdos de esa encantadora mujer, que con su elegancia y
delicadeza dejó una profunda huella amorosa y un colosal legado a la totalidad
de su parentela. Ese legado para mí, ha sido motivo de inspiración y es el tema
principal, de uno de mis cuentos favoritos. Algunas de LAS PALABRAS MÁGICAS
como ella las llamaba, aún retumban en mi cabeza (Gracias, Por favor, Buenos (días, tardes o noches)
Hasta luego, Con mucho gusto, Si claro, Por supuesto.) ahora recuerdo también que, de su melodiosa voz salía siempre una palabra que todavía resuena en mi
corazón cuando la recuerdo, esa palabra es: TESORO porque así era como nos
decía a todos sus sobrinos.
¡¡Uff!! sus postres no podrían quedar en el olvido,
en especial el de las tres leches, el que preparaba sin pereza y con el calor
de sus manos impregnándole su toque de amor, para que nosotros nos deleitáramos
y hasta nos chupáramos los dedos con al delicioso manjar.
Aquel día del mes de septiembre de 2004, en que se
celebró en Colombia el día del amor y la amistad, rodeada de sus familiares y
amigos se nos adelantó hacia la casa del padre, ya han pasado un poco más de
tres quinquenios y todavía esa mujer maravillosa es motivo de gratos recuerdos
para mí y toda mi familia. Gracias TATA por haber dejado en nuestras vidas
tantas cosas lindas.
Jaime Eduardo Aristizábal Álvarez
Que lindo homenaje a nuestra amada y recordada tía Tata. Se quedará por siempre en nuestros corazones. Su luz brillará siempre.
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