MISTERIOSA MISIVA
Durante aquella inolvidable caminata mañanera, por los
serpenteantes y calurosos senderos de la abandonada hacienda de mis abuelos; el
último fin de semana, antes de migrar a la gran ciudad, encontré entre la
exuberante arboleda, una minúscula y fantasmagórica cabaña de madera redonda,
atiborrada de telas de araña, techumbre de teja de barro, ventanales rotos y
una deteriorada silla sosteniendo la maltrecha puerta. Mi cuerpo quedó gélido
ante el novedoso encuentro. Pasados unos minutos, volví en mí, y di el primer
paso hacia la conquista de ese ruinoso inmueble.
Después de quince pasos, las suelas de mis botas hollaron
las coloradas y enmohecidas baldosas, que dejaron salir un aterrador crujido.
Yo, sin saber por dónde iniciar la inspección, me acerque a una de las
destrozadas ventanas para ver si había alguien adentro, para mi sorpresa, en el
interior sólo se alcanzaba a ver un corpulento baúl militar que llamó mucho mi
atención. Al instante, separé la silla de la puerta, que al no tener el apoyo
cayó hacia el interior, levantando una colosal polvareda que cubrió la
totalidad de mi cuerpo. Quité el polvo de mis lentes y proseguí el recorrido
para saber que contenía ese misterioso arcón.
Cuando estuve frente al cofre, su tapa se fue abriendo lentamente
dejando salir una misteriosa voz que dijo: Te estaba esperando. Yo, sin saber
qué hacer; (si salir corriendo o contestar el saludo) deje que pasaran los
segundos a la espera que cualquier cosa pasara. Con todo mi cuerpo temblando,
mis cuerdas vocales vibraron dejando salir un tímido ¿Quién anda ahí? Que
obtuvo inmediatamente una tosca respuesta; entra, sigue el camino, y así veras
porque te estaba esperando. Cuando mi cuerpo paso los límites del cofre,
inmediatamente se abrió ante mis ojos un indescriptible y estético paisaje
desértico, que mostraba un sendero fascinantemente demarcado rumbo al norte.
Sin pensarlo dos veces, mis pies iniciaron el recorrido dejando plasmadas las
huellas en la arena. Pasaron algunos minutos de un deshidratante recorrido, y a
lo lejos logré divisar un objeto que brillaba en la cúspide de una monumental
duna. En ese momento, a mis pabellones auditivos regresó la voz que había
escuchado al abrirse el baúl, que ahora decía: ve tras ese objeto y en él
encontraras la respuesta a tus eternas dudas.
Bajo un cielo despejado por completo y un sol
resplandeciente, con mis energías agotadas por completo, por mi mente cabalgaban
un cardumen de pensamientos, que generaron en mí una enorme duda ¿Qué será lo
que contiene ese objeto? Teniendo las provisiones de agua agotadas, tenía dos
opciones: la primera volver al inicio y quedarme con la intriga de que era ese
objeto brillante; y la segunda, continuar el viaje y descubrir su contenido. Si
alguien me pregunta que paso después, les cuento que aquel objeto era una opaca
botella de náufrago, que por su estado se podía concluir que era muy antigua,
su añejo tapón mostraba el vertiginoso paso del tiempo. En su interior
albergaba una amarillenta epístola y un deteriorado mapa, escrita por mi
tatarabuelo durante su último viaje por el atlántico donde murió en un fatídico
y recordado naufragio.
Los misterios de esta historia son: ¿Cómo llegó ese
mensaje a esa duna, si fue escrita a miles de kilómetros de distancia? y ¿Por
qué fui yo el elegido para poseerla? Yo hoy, continúo disfrutando las
enseñanzas de mi predecesor y buscando con esmero la ruta que muestra el mapa.
Jaime Eduardo Aristizábal Alvarez - Colombia.
Muy bien Jaime, muy bien descrita la pragmatografia y la técnica de enreversado. Felicidades
ResponderEliminar