sábado, 4 de septiembre de 2021

 

SUEÑOS NÁUFRAGOS

En una oscura, iracunda y bulliciosa alborada, mientras deambulaba por las cosquillosas y cristalinas arenas de una ensenada fantasmagórica que era impregnada por las enigmáticas y policromas aguas de un insolente mar, (¿Cómo será mi futuro? ¿Será que llegaré a cumplir todos mis deseos? Sólo me falta encontrarme un tesoro para no volver a trabajar) permitiendo que la blanquecina arenisca masajeara las desnudas plantas de mis descorazonados pies, y mis pabellones auditivos filtraran el estruendoso silencio del vuelo de las embravecidas gaviotas, que se dirigían a sus nidales con el fruto de la caza para sustentar a los polluelos.

Después de unos pocos minutos, a una distancia miope, mis desorbitados ocelos percibieron una maraña de advenedizos cordeles, que surcaban el firmamento formando una colosal tela de araña; donde un millar de aves manufacturaban sus pintorescos nidales. Mientras me aproximaba con cautela felina a divisar la prodigiosa exhibición animal, (¿Qué será eso? ¿será que mis ojos si están viendo lo que yo estoy viendo? ¿Un barco pirata encallado? ¿será cierto tanta belleza? ¡por fin encontré mi tesoro! Seré rico, ¡Viva!, ¡viva! será rico) mis fatigadas piernas temblequeaban de lasitud, y mis imprudentes pupilas se engrandecían de expectación, al percibir la inesperada encalladura de un antiquísimo galeón que imponía su escultural eslora, ocupando la totalidad del éter con su escultural figura, dejando a disposición de las aves toda su majestuosa conformación aérea.

         Para mi desdicha, cuando mis atrevidos pies hollaron la corroída embarcación atestada de silencios y vacíos, sentí como un torrente de agua helada apagaba mis acalorados sueños y me hacía aterrizar en la cruda realidad. Hoy, aquí tecleando en mi computador estas letras en la soledad de mi escribanía, mis neuronas continúan construyendo fantabulosas historias de cómo, cuándo y dónde encontraré mi verdadero tesoro.

Jaime Eduardo Aristizábal Álvarez – Colombia


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