SUEÑOS NÁUFRAGOS
En una oscura, iracunda y
bulliciosa alborada, mientras deambulaba por las cosquillosas y
cristalinas arenas de una ensenada fantasmagórica que era impregnada por las enigmáticas
y policromas aguas de un insolente mar, (¿Cómo será mi futuro? ¿Será que
llegaré a cumplir todos mis deseos? Sólo me falta encontrarme un tesoro para no
volver a trabajar) permitiendo que la blanquecina arenisca masajeara las desnudas
plantas de mis descorazonados pies, y mis pabellones auditivos filtraran el
estruendoso silencio del vuelo de las embravecidas gaviotas, que se
dirigían a sus nidales con el fruto de la caza para sustentar a los polluelos.
Después de unos pocos minutos,
a una distancia miope, mis desorbitados ocelos percibieron una maraña de advenedizos
cordeles, que surcaban el firmamento formando una colosal tela de araña; donde un
millar de aves manufacturaban sus pintorescos nidales. Mientras me aproximaba
con cautela felina a divisar la prodigiosa exhibición animal, (¿Qué será eso?
¿será que mis ojos si están viendo lo que yo estoy viendo? ¿Un barco pirata
encallado? ¿será cierto tanta belleza? ¡por fin encontré mi tesoro! Seré rico,
¡Viva!, ¡viva! será rico) mis fatigadas piernas temblequeaban de lasitud, y mis
imprudentes pupilas se engrandecían de expectación, al percibir la inesperada
encalladura de un antiquísimo galeón que imponía su escultural eslora, ocupando
la totalidad del éter con su escultural figura, dejando a disposición de las
aves toda su majestuosa conformación aérea.
Para mi desdicha, cuando mis atrevidos pies hollaron la
corroída embarcación atestada de silencios y vacíos, sentí como un torrente de
agua helada apagaba mis acalorados sueños y me hacía aterrizar en la cruda
realidad. Hoy, aquí tecleando en mi computador estas letras en la soledad de mi
escribanía, mis neuronas continúan construyendo fantabulosas historias de cómo,
cuándo y dónde encontraré mi verdadero tesoro.
Jaime Eduardo
Aristizábal Álvarez – Colombia
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