AL QUE LE GUSTA LE SABE
En un flamante crepúsculo primaveral en una recóndita estancia, en el ombligo de un estrambótico y cascarrabias vergel con fecunda florescencia escarlata, escoltado por dóciles lepidópteros policromáticos que cabalgaban alegremente por la vastedad del grisáceo empíreo, circulaba un insólito mortal, embalado en un extraño atavío que encapotaba la universalidad de su piel. Remotamente su desacostumbrada estampa timó mi visión incitándome a fisgonear su etimología. me arrimé lentamente para intuir quién era, sus atemorizadas pupilas detrás de la transparente visera del flamante yelmo, se cruzaron con mis aterrados ocelos, que se percataron que esa silueta pertenecía al científico progenitor de Fabio, mi mejor condiscípulo, Yo:(con algo de indiscreción) ¿Quién es usted?, El: (habiéndome reconocido de inmediato) soy yo, Fabián el papá de Fabio, Yo: ¿Qué hace usted aquí con esa indumentaria tan extraña?, El: soy alérgico al polen y estoy escudriñando sobre la pluralidad de usufructos de las diversas florescencias naturales, ¿me puedes atesorar esta confidencia?, Yo: ¿Por qué debo guardar algo tan sencillo y simple? El: como soy alérgico al polen, mi progenie y mis galenos me tienen contraindicado el quehacer con plantas porque puedo generar una reacción fatal, Yo: entonces ¿seré cómplice de un posible fallecimiento?, El: en lo más mínimo, tranquilo, esta es mi postrera excursión al vergel, Yo: está bien, el enigma estará custodiado como debe ser, El: próximamente saldrán los resultados de mi investigación y tu estarás en la lista de colaboradores, Yo: excelente, atesoraré esta jornada hasta ese grandioso día, que tenga un feliz día, El: gracias.
Pasaron
varias hebdómadas y por correo certificado aterrizó en mis manos un ejemplar autografiado
por los autores de la más notable gaceta científica donde mi nombre completo aparecía
como colaborador del mas importante artículo. Definitivamente custodiar una
confidencia sí vale la pena.
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