lunes, 13 de septiembre de 2021

 

RETORCIDA APETENCIA MORTAL

La friolenta frondosidad noctívaga, es el proscenio ideal donde ella, (la doncella más codiciada de la villa) deja al desnudo las hechiceras  armas de seducción presentes en su pubescente e idílica estampa, (ciento ochenta y cinco centímetros de hermosura, con peligrosas y bien acentuadas curvaturas, epidermis acanelada, ocelos esmeraldados, frondosa cabellera azabache…) mientras se extasía dejando peregrinar por la totalidad de su ser, el glacial torrente del aturquesado riachuelo, que zigzaguea con silencioso bullicio, escudriñando con altivez la encumbrada senda del bosque nocturno, en post de su apetecido estuario. 

Los apocalípticos y descarriados ramales, que delimitan el celestial entorno, sirven de infalible madriguera para que Lorenzo (el macho más pusilánime y antiestético de la población) se sumerja cada ocaso, en los más lujuriosos pensamientos (ese cuerpito será mío, sólo mío, yo seré su amo y señor, la veré caer tendida a mis pies) y desfogue sus más atrevidas pasiones varoniles, sin que ella, ni siquiera lo imagine.

En la aurora, de un canicular domingo de junio, encontraron los restos mortales de Lorenzo, en cueros, tendido y maniatado en su estratégica guarida, cerca de la pedregosa orilla del azulado afluente, en medio de una tenebrosa telaraña de raíces.

                                     Jaime Eduardo Aristizábal Álvarez – Colombia


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