MÁGICA ESTANCIA
Allí en aquella taumatúrgica y diminuta cabaña, convenientemente enclavada al margen de un insipiente espejo de agua, cimentada con maestría con rústicos troncos, era donde desfogaba la totalidad de mis trigonométricas pasiones juveniles; siempre acompañado de un pletórico tazón de moca recién hecho. A lo lejos, percibía el ocaso de las imprudentes centellas tras el exuberante ramaje de una fantasmagórica arboleda, atiborrada de policromáticos flores y salvajes onomatopeyas que aturdían hasta la insania. En lo alto del empíreo, se divisaba la magnífica sublevación de los indiscretos nubarrones que galopaban plácidamente en un amarillento crepúsculo hasta perderse en la lontananza.
Jaime Eduardo Aristizábal Álvarez – Colombia
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