domingo, 27 de junio de 2021

 



SONORA CAMARADERIA

Cada rítmica cadencia que se evadía del añoso saxofón, marcada por las huesudas falanges del instrumentista azotacalles, galopaba por el grisáceo céfiro de la corrompida atmosfera citadina, hasta aterrizar en las susceptibles aurículas del entusiasta compinche perruno, quien se extasiaba con cada tono, internándose en un sin igual embeleso. 

Los despreocupados viandantes, al observar la antiquísima zambomba, detenían su atareado garbeo, para amalgamarse con el cardumen de salvajes matices sonoros, generando un apoteósico delirio colectivo.

El estilizado artífice rítmico, con su vestidura azabache de cabo a rabo, imantaba la voluntad de la concurrencia, quienes dadivosamente aportaban sonoras pecunias, que lograban conquistar el iracundo importe para sufragar la hospedería donde pernocta cada día, al desaparecer el caluroso galán de las alturas. 

Jaime Eduardo Aristizábal Álvarez 


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