ARISTA MEDELLINENSE
Una calurosa madrugada con el índigo empíreo alegre
y espacioso, consintiendo el navegar de la dorada radiación solar, sobre la tacita
de plata colombiana; mi tiempo se detuvo delante del frontispicio del añoso edificio
Constain, inmueble que exhibe con elegante señorío una quincena de ajimeces, en
la esquina nororiental de la plaza de Berrio, lugar de encuentro del abolengo
antioqueño.
La mayestática edificación con sus adarves teñidos
de ocre, evidencia la cronología del ágora; orgulloso estandarte del linaje
montañero. Los estilizados muros enmarcan a la vez, con los confines de la
ermita de la Virgen de la Candelaria, patrona de la metrópoli, una concurrida
callejuela mercantil, que se perpetúa atiborrada de audaces quincalleros
informales.
Patidifuso y en pie, sobre el salvacoches de la
calle Bolivia, enarbolé mi ojeada, atisbando en la lejanía, como la celeste inmensidad
atmosférica del Valle de Aburrá, era asaltada por los puntiagudos tabiques del edificio
Coltejer, rascacielos insignia de la estirpe paisa.
Cada concurrido ángulo de esta acogedora y avezada urbe,
engendra una marejada sinfín, de deslumbrantes y apasionadas crónicas por descubrir.
Por consiguiente, proseguiré compilando primorosas imágenes para así dejar un
legado con sonoras imágenes de la bella villa.
Jaime Eduardo Aristizábal Álvarez.
Bonita descripción. Pero requiere de diccionario para entender el texto, y las definiciones del diccionario no siempre coinciden con lo que parece querer decir el autor.
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