domingo, 27 de junio de 2021

 



FAUSTO REINTEGRO

Mientras mis escuálidas huellas, se dibujaban en el acuoso adoquinado del huraño callejón céntrico, de la paradisiaca villa que me parió; mis bulliciosos ocelos, atisbaban las intrigantes ramificaciones enrojecidas entrelazadas, que crean una hechicera umbría bermellón. A cada paso, mis entrañas incrementaban sus ladridos, exaltados por tornar al memorable terruño familiar.

Los antiquísimos dinteles de los rústicos pórticos, entreabrían sus retocadas alas, acogiendo afablemente al forastero. Los grisáceos frontispicios contrastaban con la colorada vegetación aérea. El anticuado velocípedo de la estafeta, hincado en el seto germen del ruborizado ramaje, me reafirmaba que Cronos había detenido su recorrido, extasiado por la exuberancia colorimetría de la apolínea población.

Ensimismado estoy, exhumando reminiscencias de mis anualidades juveniles, entre estos esplendidos parajes, con índigos empíreos. Aquí es, sin duda, donde apetezco clausurar mi existencia en el eón estipulado por el hacedor.

Jaime Eduardo Aristizábal Álvarez. 

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