viernes, 26 de marzo de 2021

 


“AVENTURERO”

Varios días después que el audaz gameto masculino ganase la fecunda maratón entre la encolerizada maraña de células germinales que navegaban en los conductos del progenitor para fusionarse con el prodigioso huevo, se generó un pipiolo embrión que a los pocos días quebró intencionalmente el cascaron eclosionando en primer lugar para ganarse la primogenitura, a los pocos días el nidal se metamorfoseó en un campo de hostilidades en contra del vástago mayor, quien al verse amedrantado por sus consanguíneos, quiso dirigirse a conocer esos inverosímiles andurriales que atisbaba desde la orilla del nido.

En una lúgubre y frígida mañana hibernal este intrépido ser habiendo transitado la lúgubre senda del vilipendio, con gran osadía desertó del nido anhelando un sobresaliente horizonte venidero, embaló sus ínfimos feudos en un arcaico y aceitunado lienzo amarrado a un débil chamizo, partiendo sin boato consolidado dejando sus palmípedas huellas marcadas en el pantanoso sendero, luego de varios días, con un hambre atroz, temblando de frio se encontró frontis a un cristalino espejo de agua que lo ínsito a zambullirse y como por arte de magia aprendió a boyar elegantemente hasta convertirse en pocos septenarios en la envidia de los ánades de la región.

Pasaron varias mensualidades, y esta ambiciosa y aventurera creatura halló en el rincón más apartado de la laguna, una fascinante y dispuesta hembra que le despertó la libido haciéndole compartir su material genético, varias semanas después en un paradisiaco lugar eclosionaron sus primeros descendientes.

 Jaime Eduardo Aristizábal Álvarez


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