“HELADO ENCUENTRO”
A lo largo de un invernal crepúsculo
ensangrentado, se atisbaba cómo el azafranado astro decrecía dejando oscuras
huellas en el desprevenido y congelado soto conífero, permitiendo ver su obesa
figura en las transparentes aguas del cuasi congelado afluente, que descomponía un
postrado y degradado madero. Mientras acontecía este bucólico episodio natural,
nosotros transitábamos por allí en busca de albergue para nuestras gélidas
humanidades; Cuando las tinieblas conquistaron la espesura de la alameda,
encendimos el unigénito hachón para clarificar la senda que nos llevaría a la enamoradiza
barraca donde pernoctaríamos aquella noche; a escasos pasos del aterido riachuelo
encontramos el tan anhelado chalet que descubrió sus candorosas aberturas
dándonos la bienvenida. Minutos más tarde, con los troncos de la chimenea
ardiendo, y con el trasegar de las manecillas del cronógrafo nuestros cuerpos
recuperaron la normotermia, y paso a paso derretimos nuestras apasionadas contexturas
bajo los cuadriculados hilos de la frazada desparramada sobre la embriagante
litera, unas horas después, escuchamos la destemplada tonada de un jactancioso
espécimen alado que nos desadormeció
justo al iniciar el día.
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