“CAMINO
AL EDEN”
Con el resplandor del
crepúsculo entretejiéndose caprichosamente con la espesura del soto, en la
mitad de la arboleda, adosado a un naciente manantial hídrico, permanece ronroneando
incólume el más esplendido hábitat para que los amantes dejen fluir su
concupiscencia, con sublimes teoremas en comitiva con cupido. Su unigénita
acometida es una temblorosa pasarela pendiente de rústicos y aullantes cordeles
de fique, el paraje inspira sensualidad con un cálido ambiente primaveral.
En el interior del habitáculo
se divisa un majestuoso tálamo cubierto coquetamente con reluciente lencería de
encaje, un conjunto de abullonadas almohadas albinas gluglutea sensuales versos
imantando a los sedientos amantes; entre una suculenta cubitera de plata,
espera impaciente un efervescente morapio para ser dilapidado por la yunta
apasionada. En un bufete decorado con corolas florales se divisa un exquisito
gaudeamus para saciar la feroz apetencia de los furtivos moradores.
Por los cristales que
contornean la habitación se cuelan los ya incipientes rayos solares dejando una
senda multicolor de haces lumínicos creando reflejos como de alas lepidópteras.
De pronto, aparece rumbo a la
habitación una fémina caminando con sus delicados pies desnudos portando una exigua
vestidura blanca que deja al descubierto algunos de sus atributos femeninos.
Al caer la noche, los focos
colgantes sobre la pasarela encienden su tenue fulgor disminuyendo la penumbra
que sirve de cómplice al dúo que disfrutará y pernoctará en este seductor
paraje desahogando sus mas placenteros y libidinosos deseos.
Jaime Eduardo Aristizábal Álvarez
una impecable y detallada descripción... metáforas preciosas. Felicitaciones Jaime
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