“VINO”
Con mi crátera predilecta incompleta
de un morapio colorado, divisaba el índigo celeste del empíreo desde el palco de
mi habitáculo, mis ocelos se extraviaban cabalgando en el infinito dejando que
los nubarrones tomaran inexplicables e inverosímiles estampas, mis reminiscencias
revoloteaban como peligrosos abejorros por mi testa; la serranía opacada por el
lustre solar procreaba espejismos con sus formidables formas femeninas,
entretanto yo, inspiraba exquisitas marejadas de oxigeno atiborrando mis
bronquios, ingería del cristalino cáliz diminutas buchadas de embriagador
fluido evitando llegar a su hondón.
Transitaban despaciosamente las
melancólicas manecillas del cronógrafo, mientras a lo lejos el monarca
resplandeciente se escondía coquetamente detrás de la cordillera, dejando una
tenue estela lumínica que se desboronaba serena con el mágico tic tac tic tac.
Aquí en el borde de mi balcón prosigue mi humanidad deseando tenerla frente a mí para dejar fluir mi más recóndito deseo absolutorio. Ella, a la distancia frente a la colosal cristalera de su lujosa buhardilla añora retornar a su cubil, de donde salió dejándose deslumbrar por aquel que amamanto su gran codicia.
Jaime Eduardo Aristizábal Álvarez
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