miércoles, 4 de noviembre de 2020

 

“VINO”

Con mi crátera predilecta incompleta de un morapio colorado, divisaba el índigo celeste del empíreo desde el palco de mi habitáculo, mis ocelos se extraviaban cabalgando en el infinito dejando que los nubarrones tomaran inexplicables e inverosímiles estampas, mis reminiscencias revoloteaban como peligrosos abejorros por mi testa; la serranía opacada por el lustre solar procreaba espejismos con sus formidables formas femeninas, entretanto yo, inspiraba exquisitas marejadas de oxigeno atiborrando mis bronquios, ingería del cristalino cáliz diminutas buchadas de embriagador fluido evitando llegar a su hondón.

Transitaban despaciosamente las melancólicas manecillas del cronógrafo, mientras a lo lejos el monarca resplandeciente se escondía coquetamente detrás de la cordillera, dejando una tenue estela lumínica que se desboronaba serena con el mágico tic tac tic tac.

Aquí en el borde de mi balcón prosigue mi humanidad deseando tenerla frente a mí para dejar fluir mi más recóndito deseo absolutorio. Ella, a la distancia frente a la colosal cristalera de su lujosa buhardilla añora retornar a su cubil, de donde salió dejándose deslumbrar por aquel que amamanto su gran codicia.                                                              

Jaime Eduardo Aristizábal Álvarez 


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