Desde la
brillante y exuberante vidriera del aeródromo internacional, de la ciudad con
ambiente primaveral permanente, paso a paso la veía desaparecer meneando sus
estilizadas y firmes formas femeninas, deslizando su afligido y exiguo equipaje,
perdiéndose lentamente entre la algarabía de los majestuosos y multicolores tentáculos
luminosos del crepúsculo, rumbo a la feroz boca del funesto pasadizo que la alejaría
de sus zopencas garras, las cuales nunca supieron despertar su exuberante manantial
de pasiones; Ya cuando su figura fue ingerida por la intimidante aeronave, de
sus ocelos marrón brotaron dos fulgurantes perlas que rodaron sigilosamente por
sus pómulos hasta desembocar en la faltriquera de su albo blusón.
Ella,
ya asegurada en el sillín 4C de la aeronave, de sus luceros grises manan
sollozantes diamantes acuosos, mientras recuerda cómo por un imprudente y
apresurado dictamen ya han transcurrido inexplicablemente sus mejores años, despilfarrados
con tan execrable compañía. Por su memoria galopan aterradores recuerdos de su
triste coexistencia, suspira al recordar cuando lo veía comparecer con su flácida
y fofa figura exigiendo descomedidamente su habitual y aburrido tentempié; cada
ocaso del rey del firmamento, sin falta, la buscaba desordenada y torpemente para
saciar sus más desaforados y mundanos placeres, dejando instantes después, sus pegajosos
fluidos corporales y su agotado aliento esparcidos en sus delicados, bien
proporcionados e insatisfechos 180 centímetros de talla.
De
regreso a su morada, el, refunfuña por haberle permitido hender las batientes
del hogar, en este instante solamente anhela que ese asueto pase presuroso para
volver a su insípida rutina, junto a quien, según él, es el amor de su vida.
Ella, recostada
en la jamuga aeronáutica fantasea con jamás retornar, agradece a su creador por
impedir que sus óvulos fuesen fecundados por los gametos de su aborrecible carcelero
por sus mejores primaveras. Por los siete quinquenios de existencia cabalgan
los deseos de engendrar y encontrar la ventura que le fue robada dos decenios atrás.
Años
han pasado, y él continúa fantaseando cómo será el feliz reencuentro con su
compañera, aun sigue habitando el mismo humilde e insípido nido de donde ella partió, con desespero alzando el vuelo sin dejar vestigio alguno.
Jaime Eduardo Aristizábal Álvarez
Bella y admirable historia. Miro siete palabras poco usadas y son, ocelos, albo, asueto, faltriquera, gametos, jamuga, hender. ...
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