AVENTURAS DE INFANCIA
En las
fascinantes tierras del litoral atlántico colombiano, en las playas de la bahía
de Santa Marta, la Seño Edith, una veterana matrona y artista plástica, pasaba
tardes enteras sentada en su silla mecedora, observando en el reflejo del espejo
de agua frente a su casa, el baile de las palmeras al encontrarse de frente con
la brisa que baja de la sierra nevada.
Cada
tarde a eso de las tres, llegaba del colegio Julito, uno de los nietos mayores,
con el cual disfrutaba unas pocas horas mientras sus padres volvían de las labores
cotidianas.
Una
tarde de viernes junto a su nieto, la Seño Edith, vio como a orillas del hermoso
lago caminaba una enorme iguana verde rumbo a su nido, el menor quedó impresionado
con la agilidad y belleza del animal y le preguntó a su tita:
-¿Cómo se
llama ese animal? Y la abuela con su sonrisa característica le respondió:
- Ese animal
es una iguana –
- ¿una Iguana? – preguntó el pequeño. -
Sí,
una iguana, es un reptil que vive en los árboles, ayudando a la dispersión de las
semillas.
A partir
de ese día, cada vez que Julito llegaba a la casa de la abuela, después de saludarla
con un abrazo de los que llaman “rompe costillas” se dirigía en completo
silencio hasta la orilla del lago para pistear a su nueva amiga verde, pasaron varios
días sin que la iguana se dejara ver del inquieto niño.
Julito,
una tarde de domingo junto a su padre, volvió a ver en la orilla del lago al
hermoso ejemplar, y sin dudarlo ni un segundo se lanzó desde el balcón a la
orilla del agua para tratar de cazar a su ágil amiga que, al sentir el estruendo
de la caída del niño, salió corriendo a esconderse bajo la hojarasca donde tenía un nido con sus huevos.
El padre
de Julito, al ver semejante escena, también salto a la orilla para ver como
estaba su hijo, al tenerlo cerca contuvo su rabia y en vez de regañarle, lo
abrazó y lo aconsejó de no volver a hacer semejante travesura porque podría salir
herido.
Julito,
aun estando en los brazos de su padre, divisó bajo la hojarasca un movimiento
extraño que dejó al descubierto el nido de la iguana que estaba saliendo
lentamente con sus crías a tomar un poco de sol, este hermoso momento dejó a
padre e hijo con la boca abierta asombrados por su belleza.
Esa imagen natural impactó tanto al pequeño Julito, que comenzó a ponerle nombre a cada uno de los pequeños
animalitos, y al día siguiente, al llegar a la escuela, les contó a todos sus
amiguitos lo que vivió como la más grande de sus aventuras, esta vivencia convirtió
al pequeño en el mayor promotor y defensor de las iguanas en toda la ciudad.
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@jaimegranescritor

Magnificp
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