martes, 21 de abril de 2020






HISTORIA # 9

 AVENTURAS DE INFANCIA

En las fascinantes tierras del litoral atlántico colombiano, en las playas de la bahía de Santa Marta, la Seño Edith, una veterana matrona y artista plástica, pasaba tardes enteras sentada en su silla mecedora, observando en el reflejo del espejo de agua frente a su casa, el baile de las palmeras al encontrarse de frente con la brisa que baja de la sierra nevada.

Cada tarde a eso de las tres, llegaba del colegio Julito, uno de los nietos mayores, con el cual disfrutaba unas pocas horas mientras sus padres volvían de las labores cotidianas.

Una tarde de viernes junto a su nieto, la Seño Edith, vio como a orillas del hermoso lago caminaba una enorme iguana verde rumbo a su nido, el menor quedó impresionado con la agilidad y belleza del animal y le preguntó a su tita:

-¿Cómo se llama ese animal? Y la abuela con su sonrisa característica le respondió:

- Ese animal es una iguana –

 - ¿una Iguana? – preguntó el pequeño. -

Sí, una iguana, es un reptil que vive en los árboles, ayudando a la dispersión de las semillas.  

A partir de ese día, cada vez que Julito llegaba a la casa de la abuela, después de saludarla con un abrazo de los que llaman “rompe costillas” se dirigía en completo silencio hasta la orilla del lago para pistear a su nueva amiga verde, pasaron varios días sin que la iguana se dejara ver del inquieto niño.

Julito, una tarde de domingo junto a su padre, volvió a ver en la orilla del lago al hermoso ejemplar, y sin dudarlo ni un segundo se lanzó desde el balcón a la orilla del agua para tratar de cazar a su ágil amiga que, al sentir el estruendo de la caída del niño, salió corriendo a esconderse bajo la hojarasca donde tenía un nido con sus huevos.  

El padre de Julito, al ver semejante escena, también salto a la orilla para ver como estaba su hijo, al tenerlo cerca contuvo su rabia y en vez de regañarle, lo abrazó y lo aconsejó de no volver a hacer semejante travesura porque podría salir herido.

Julito, aun estando en los brazos de su padre, divisó bajo la hojarasca un movimiento extraño que dejó al descubierto el nido de la iguana que estaba saliendo lentamente con sus crías a tomar un poco de sol, este hermoso momento dejó a padre e hijo con la boca abierta asombrados por su belleza.

Esa imagen natural impactó tanto al pequeño Julito, que comenzó a ponerle nombre a cada uno de los pequeños animalitos, y al día siguiente, al llegar a la escuela, les contó a todos sus amiguitos lo que vivió como la más grande de sus aventuras, esta vivencia convirtió al pequeño en el mayor promotor y defensor de las iguanas en toda la ciudad. 



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@jaimegranescritor










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