HISTORIA
# 20
CAFETAL
ADENTRO
Celeste, una joven e inquieta
aventurera arribó a Filandia Quindío, el primer domingo del mes de septiembre,
justo al comienzo de la cosecha de café queriendo aprender a recolectar ese
grano del que tanto había oído hablar en la radio y en la televisión.
Cuando Celeste, pisó suelo de
la zona cafetera inmediatamente se enamoró de su paisaje, y todos sus cinco sentidos
comenzaron a ver ejemplares masculinos que llamaron poderosamente su
atención por su porte, su elegancia y su divertido acento al hablar.
Ese domingo estaba el pueblo
en día de mercado, y el desfile de recuas de mulas, camiones y gente,
sorprendió gratamente a Celeste que pensó que esa aventura cafetera seria
inolvidable para ella.
La joven camino alrededor de
la plaza principal del pueblo buscando donde era la compraventa de café, porque
a ella le contaron que donde compran y venden café es también el punto donde
contratan a los recolectores para la cosecha.
Después de varios minutos
dándole de comer al ojo, Celeste, vio el aviso que necesitaba para cumplir su
meta.
El aviso decía: “Se necesitan
recolectores con o sin experiencia”
Al ver ese aviso, Celeste, con
un fuerte suspiro tocó la puerta del negocio que se abrió automáticamente y de
adentro alguien dijo:
- siga bien pueda, ¿en qué le
podemos colaborar? –
Celeste, sorprendida por la
amabilidad entró al negocio y dijo:
- Yo estoy buscando trabajo de
recolectora. –
- Maravilloso, ha llegado al
lugar indicado - - dijo una voz masculina. -
- ¿Cuándo puede empezar? - Preguntó
la voz-
- inmediatamente - - respondió
feliz Celeste –
- Excelente, continuó diciendo
la voz - entonces vaya y súbase a ese Jepp rojo que está en la esquina, y si
alguien le pregunta algo, dígale que usted va para la finca la Palmera.
Celeste, con una emisión
gigante caminó hasta la esquina, y vio el campero rojo donde se subió en la
parte delantera; cuando el campero se llenó el conductor saludo diciendo:
- Bienvenidos a la hacienda la
Palmera, donde trabajaran fuertemente por estos meses de cosecha. Diciendo esto
arrancó el automotor rumbo a la hacienda.
Tras varias horas de recorrido
por una carretera destapada y en medio de una nube de polvo por fin llegaron a
la hacienda., donde los estaban esperando para comenzar a trabajar.
Después de acomodar las pocas
pertenencias en los dormitorios comunales, Celeste y todos los que habían
llegado en el Jepp regresaron al patio para recibir instrucciones.
Estando en el patio principal
de la hacienda, los nuevos trabajadores sintieron un grito que los asustó; Celeste,
de inmediato reconoció esa voz, era la que en el pueblo amablemente la había
contratado, al voltear sus ojos quedaron paralizados ante la corpulencia de
aquel hombre y la brillantez de sus ojos verdes que hacían un bello contraste
con su piel canela.
Celeste, y las mujeres
comenzaron a trabajar haciendo el aseo en el beneficiadero principal, mientras
que los hombres iniciaron la recolección del grano maduro.
Al caer la noche, a la hora de
la comida, a Celeste le tocó sentarse justo al lado del jefe que muy amablemente
le dio la bienvenida. Ella temblorosa aceptó con una tímida sonrisa.
Al cantar del gallo, Celeste, ya
estaba en pie lista con su atuendo cómodo para comenzar la jornada de trabajo,
salió al patio principal a esperar a sus compañeros; mientras esperaba sus ojos
pasaron por cada rincón de la hacienda identificando los lugares más
importantes como el baño, el comedor, la oficina del patrón; en ese recorrido
por las instalaciones los ojos de celeste se cruzaron con el verde esmeralda de
los ojos de su jefe generando una sonrisa coqueta entre ellos.
Cuando el reloj marcó las 6:00
am. sonó una campana dando aviso del comienzo de la jornada. Las mujeres
comenzaron con el aseo y luego tomaron sus canastas y fueron rumbo al cafetal a
iniciar la recolección del grano maduro.
Minutos antes del mediodía, con
un sol radiante en los más alto del cielo, Celeste se sintió agotada y se sentó
a descansar en un tronco caído en medio del cafetal para hidratarse con una
cantimplora llena de agua de panela que cargaba en su cintura.
Justo a las 12:00, Celeste, vio
cómo se abrió la tierra del cafetal formando un pequeño túnel del que salía un
agradable olor a café fresco, ese túnel inquietó a la curiosa chapolera haciéndole
caminar hacia el y bajar las escalas en busca del origen del delicioso olor.
Al bajar unas 25 escalas, Celeste,
encontró una ventana redonda que brillaba en medio de la oscuridad, al abrirla
le dio paso a otra dimensión, donde todas las cosas eran de un gran tamaño,
ella se sintió como una enanita al caminar por ese lugar.
Sorprendida y con los ojos bien
abiertos, Celeste caminaba atenta mirando la belleza del lugar. La joven
aventurera encontró al final del sendero una enorme cabaña de madera que por su
tamaño debía ser de un gigante, además se dio cuenta que de ese lugar salía el
agradable olor a café recién hecho.
Al acercarse a la enorme
puerta, la chapolera escucho una voz grave que preguntaba:
- ¿quién anda ahí? –
Celeste contestó:
- me llamo Celeste y soy
recolectora de café en la hacienda la Palmera. –
La voz volvió a preguntar:
- ¿Qué estas haciendo aquí? ¿quién
te abrió la ventana?
A lo que Celeste contestó: - yo
sólo estaba en medio del cafetal sentada en un tronco hidratándome, y de pronto
se abrió la tierra formando un túnel por donde entré por curiosidad y aquí estoy.
-¿usted me puede decir donde
estoy? -
De la cabaña salió un hombre de tres metros de altura, contestándole a la intrusa.
- Tranquila. estas en un lugar
seguro. -
Celeste, al ver ese enorme hombre
recordó a su jefe en la hacienda que, aunque es mucho más bajo tiene los mismos
rasgos de este hombre.
Ella, pregunto de nuevo: - ¿Quién
es usted? –
El hombre sonriente contestó:
Soy el padre de ese hombre que
te contrató en la hacienda la Palmera, y si estás aquí es porque le interesas como
mujer, esa es la forma en que yo le puedo ayudar a elegir a la mujer que el elegirá
como su esposa.
- ¿Qué? – gritó Celeste-
- así como lo escuchas – respondió
sonriendo el enorme hombre –
- no puede ser - - exclamó
la joven –
Así no lo creas, ese hombre es
mi hijo y por tradición familiar los hombres de mi familia tenemos en cuenta la
opinión de nuestros padres en la elección de nuestra pareja.
- Celeste inquieta interrumpió
diciendo:
- no entiendo, como un hombre de
su estatura pueda tener un hijo de nuestra estatura.
- muy sencillo mi pequeña amiga,
él es de mi estatura aquí en nuestra dimensión, y cada uno de nosotros al cambiar
de dimensión tomamos el tamaño de los seres que allí habitan, es por eso que lo
ves mas pequeño que yo.
- y en cuanto a que su hijo
esta interesado en mi como mujer, eso lo debe hacer con todas mujeres que pasan
por la hacienda.
- te equivocas - - interrumpió
el hombre –
- En nuestra dimensión los
hombres buscamos a nuestras mujeres con lupa, y pocas veces nos equivocamos al
elegir nuestras esposas. –
- te cuento que yo también trabajé
en la hacienda la Palmera, allí fue donde conocí a la mujer que me hizo eternamente
feliz hasta el día de su partida y la que parió a mi único hijo, ese ser humano
maravilloso que conociste en la hacienda, y que ahora está buscando la mujer que
lo hará feliz por el resto de sus días.
Celeste, sin poder creer lo que
había vivido regresó a la ventana para volver a la dimensión donde terminaría su
jornada laboral, al traspasar la ventana y subir las 25 escalas se dio cuenta
que en esta dimensión habían pasado solo 10 minutos.
Al terminar la jornada, Celeste,
quiso disfrutar de los bellos atardeceres de la zona cafetera colombiana, por
eso, buscó un lugar tranquilo donde asimilar lo que había vivido en su primer día
de trabajo en esa maravillosa hacienda.
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El amor, extraño sentimiento donde florece un sentir que hace de lo extraño una historia de amor donde dos, toman café sin leche...
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